jueves, julio 24, 2025
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Ricky Rubio vuelve a casa: más que un fichaje, un acto de amor al baloncesto

En una época en la que el deporte profesional parece girar únicamente en torno a contratos millonarios, traspasos relámpago y cifras de rendimiento, hay historias que nos reconcilian con lo esencial. La vuelta de Ricky Rubio al Joventut Badalona no es solo una noticia deportiva. Es un gesto de amor. Amor a un club, a una afición, a una ciudad, y sobre todo, al baloncesto.

Rubio Rubio lo tenía todo para desaparecer discretamente tras una carrera brillante. Podría haberse quedado en silencio tras sus problemas de salud mental, una retirada digna. Pero ha elegido lo contrario: volver a las pistas, volver al lugar donde todo comenzó, y hacerlo con la humildad de quien no tiene nada que demostrar… pero sí mucho que compartir.

Un regreso que trasciende lo deportivo

Muchos verán esta noticia con lógica deportiva. Y es comprensible. Ricky Rubio, a sus 33 años, aún puede ser muy útil sobre la pista. Su inteligencia, su defensa, su capacidad para organizar, su liderazgo… todo eso suma en un equipo joven como la Penya. Pero este regreso es mucho más que un fichaje.

Es el cierre de un círculo. Una historia que comenzó cuando, con 14 años, un niño de El Masnou debutó en ACB sin que aún le saliera barba. Aíto apostó por él, y desde aquel momento, Badalona se convirtió en su casa. Rubio fue parte fundamental de la última gran época dorada del club: Eurocup, Copa del Rey, ULEB Cup… pero también fue mucho más que títulos. Fue símbolo.

Y ahora, casi dos décadas después, ese símbolo vuelve. No como una promesa, sino como una leyenda.

La NBA, una aventura que forjó carácter

Su etapa en la NBA ha sido larga, compleja, llena de luces y sombras. Ricky no fue una superestrella al estilo norteamericano, pero sí un jugador respetado, valorado y, sobre todo, querido. En Minnesota fue esperanza. En Utah, cerebro. En Phoenix, líder. En Cleveland, inspiración. Jugó más de una década en la liga más exigente del planeta, superó dos graves lesiones, y repartió miles de asistencias. Fue uno de los grandes bases europeos de su generación. Pero lo más importante: nunca perdió su esencia.

La vida le obligó a parar. Y lo hizo. Con valentía. Porque decir «basta» en un mundo que te exige siempre más, es un acto de fortaleza, no de debilidad. Y porque cuidar la salud mental también es baloncesto.

Volver a sonreír

Ricky ha dicho que su objetivo ahora es volver a sonreír jugando. Qué poderosa es esa frase. Cuando uno ha ganado tanto —MVP del Mundial 2019, dos Eurobasket, plata olímpica, más de una década en la NBA—, uno podría pensar que sólo le motivan los títulos. Pero no. Lo que quiere Ricky es volver a disfrutar. Y ha elegido Badalona para hacerlo.

Es un mensaje potente para los jóvenes. El baloncesto no solo es un medio para llegar lejos. También puede ser el lugar al que vuelves para encontrarte contigo mismo. Volver a casa, al club que te formó, con el corazón por delante y sin escudos de ego. Ese es Ricky hoy.

Una lección que trasciende el parquet

Este fichaje es, sin duda, un impulso para la Penya. Pero es también una historia que debería inspirar a todos los que aman este deporte. Porque más allá de los triples, las estadísticas o los highlights, el baloncesto también va de emociones, de vínculos, de raíces.

Ricky Rubio no vuelve solo para jugar. Vuelve para ser parte. Parte de un equipo, de un club, de una comunidad. Parte de una historia que siempre será suya.

Bienvenido de nuevo, Ricky. Gracias por recordarnos por qué amamos tanto este juego.

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Ficha del autor

Nacho Bravo

Periodista +15 años en la profesión. Los números no engañan.
COPE

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