El alley-oop de Chris Paul a DeAndre Jordan es sin duda una de las jugadas más vistas de la NBA, y si delimitamos a tan solo alley-oops, se puede afirmar con seguridad que este es el más famoso.
Espectador de lujo del mate de DeAndre Jordan
Era 2013, y por aquel entonces José Manuel Calderón militaba en unos Detroit Pistons faltos de talento y sin rumbo. Aquel 11 de marzo, les tocaba visitar el Staples Center y a los Clippers del Lob City, de Chris Paul, Blake Griffin y DeAndre Jordan.
Los angelinos aplastaron a los Pistons aquella noche, con un marcador abultado de 129 a 97, y Calde fue el mejor de los suyos, registrando 18 puntos y 4 asistencias, con un 4 de 5 en triples.
Pero en la historia del baloncesto nadie recuerda el resultado del partido, ni tan siquiera quien se llevó la victoria, ya que, en el segundo cuarto, un asesinato disfrazado de jugada paralizó al mundo del baloncesto.
Tras un tiempo muerto a mediados del segundo cuarto, Jose Calderón entraba a pista. ¿su emparejamiento? Chris Paul, quien conducía el balón hacia el campo ofensivo, con la mirada clavada en su más fiel aliado. Tras un cambio de ritmo del base, DeAndre Jordan avistaba un vacío en la pintura y se dirigía a canasta esperando el pase de Paul, al más puro estilo Lob City. Con toda la inocencia e ingenuidad del mundo, Brandon Knight, salto a la ayuda para intentar parar al tren a toda velocidad que se le acercaba, pero el desenlace fue inevitable. DeAndre Jordan hundía a Brandon Knight en el aro, cuál herrero martilla su pieza, y completaba el Alley-oop más monstruoso jamás visto en un parqué. La secuencia es tan descomunal que, si apartamos la vista de los protagonistas y nos fijamos en Calderón, apreciamos un gesto encogido y su expresión preocupada ante la atrocidad que acababa de destrozar a Brandon Knight.
Calde contaba en el canal de youtube Drafteados, su recuerdo de aquella jugada: “Dio la sensación de ir a cámara lenta y dio tiempo a todo el mundo a girarse y verlo.” La potencia del mate fue tal que el Staples retumbó dos veces: “Saltaron y me dio tiempo a girar y aún seguían en el aire y sonó el ‘pum’ del mate y el ‘pum’ del suelo (cuando cayó Knight)”.
Muchos dicen que en ese momento Jordan acababa de retirar a Knight, pero si le preguntáramos al mismo Knight, seguro preferiría salir retratado en el mayor póster de la historia a costarle un anillo a su equipo.
El error de J.R. Smith que pudo valer un anillo
Calderón tuvo la oportunidad de compartir vestuario con LeBron James en aquellos Cleveland Cavaliers de la 17/18. Unos Cavaliers que, tras terminar cuartos en el este, llegaban a las finales como vigentes campeones, tras la mayor remontada en unas finales jamás vista. Ante ellos, unos Warriors con ansia de redención, el escenario perfecto para la última de las cuatro finales consecutivas que disputaron ambos equipos. Los de la bahía eran finalistas tras derrotar en cinco partidos a Spurs y Pelicans, y vencer en un agónico séptimo partido al mejor equipo en temporada regular, los Rockets de un James Harden MVP.
Los Cavaliers tuvieron un camino muy distinto. La defensa del campeonato empezaba ante los Pacers. Desde el minuto 0, LeBron James le robó la capa a Superman para adueñarse de los Playoffs y firmar una de las mayores postemporadas a nivel individual de la historia: El rey registró dos canastas para vencer sobre la bocina y unos promedios absurdos de 34 puntos, 9,1 asistencias y 9,1 rebotes, jugando 41,3 minutos por partido, dejando un sinfín de highlights en su camino a las finales. Sus Cavs Vencieron en 7 partidos a los Pacers, barrieron a los Raptors y de nuevo se cargaron en 7 a los Celtics para plantarse un año más en las finales de la NBA.
Se avistaban unas finales muy desiguales a favor del equipo de la bahía, pero el primer partido iba camino de dinamitar todas las casas de apuestas. El encuentro había transcurrido con máxima igualdad y un sinfín de cambios en el liderato en el marcador.
Nos situamos en el último cuarto a falta de 4,7 segundos y los Warriors 1 punto por encima, cuando LeBron James avista a George Hill cortando a canasta, e intenta un pase que nunca va a llegar. Klay Thompson había hecho caer a Hill. Serían dos tiros libres a favor de los Cavs. San Francisco entera enmudecía tras ver dentro el primer tiro libre. Partido empatado. Hill tan solo tenía que anotar el segundo para sellar la victoria, pero el tiro reboto en el aro y salió despedido. Sin embargo, ahí estaba un protagonista inesperado para mantener viva la llama de la remontada.
J.R. Smith se hacía con el rebote, pero lejos de buscar una canasta rápida para ganar y poner el 1 a 0 en las finales, emprendió la huida hacia el centro del campo ante la mirada atónita de todo un equipo, especialmente de LeBron James, que no podía creerse lo que estaban viendo sus ojos. Para cuando J.R. se había dado cuenta, el reloj de posesión reflejaba un 0, y el partido se iba a la prórroga. Su expresión en ese momento reflejaba la más absoluta vergüenza y perplejidad, pues Smith creyó que iban en cabeza. Las esperanzas de un segundo anillo se acababan de esfumar.
En la prórroga, Curry y compañía consiguieron rematar la faena, y la impotencia entre los jugadores de los Cavaliers era palpable tras el partido: “Nos mirábamos entre nosotros pensando ‘que ha pasado aquí, no me lo creo’. Nadie lo entendía. Nos quedamos en shock” afirmaba Jose Manuel Calderón. Los Cavs acabarían siendo barridos por los Warriors en aquellas finales, y, como contó Calde, mucho tuvo que ver los instantes posteriores a ese fatídico primer partido: “Llegamos al vestuario y había una pizarra blanca. Cabreo monumental y puñetazo. LeBron se rompió la mano, aunque la gente se enteró mucho más tarde”. Aquel puñetazo fruto de la frustración (LeBron acabo el primer partido con 51 puntos) lastro el resto de la serie, y quién sabe si, sin el lapsus de J.R., hoy tendríamos a un tercer español con anillo.
Ficha del autor
Con los 24 segundos entre ceja y ceja
En 'Tiempo de Basket' desde 11.05.2020