Con mucha probabilidad la mayoría de nuestros lectores recuerda al dúo Galis-Giannakis como una pareja indisoluble sobre la cancha (no fuera de ella), una relación similar a la de Batman y Robin en la que Galis era la estrella absoluta y Giannakis su fiel escudero, un jugador con mucho carácter y mucho talento, que complementaba al grecoamericano. Mostraba sus dotes ofensivas a intervalos, para oxigenar al gran Dios griego Nikos. Su función se orientaba principalmente a ordenar estratégicamente a su equipo y surtir de balones a Galis. Ese es el recuerdo que se ha quedado impreso en la memoria colectiva. Pero hubo un tiempo en el que no estaba supeditado a un orden jerárquico superior, hubo un tiempo en el que él era otro Dios en el Olimpo.
Giannakis nació en Patmos, una pequeña isla del archipiélago del Dodanesco, en el mar Egeo. Allí pasaba incontables horas en compañía de una pelota mientras su padre, Dimitri, reparaba bicicletas y su madre, Calliope, trabajaba como tejedora en las fábricas de Kokkinia y Barutadikos para alimentar a sus cinco hijos. El joven Noti, como era conocido entonces, solía escaparse de casa para jugar con otros chicos bastante más mayores que él. La diferencia de edad apenas se notaba gracias a su prematuro desarrollo físico. En ocasiones la noche se echaba encima y llegaba casa a altas horas después de jugar durante todo el día. Sus escapadas acabaron en más de una ocasión en unos azotes.
Era buen estudiante, le gustaban las matemáticas, quería ir a la universidad para estudiar Ingeniería, pero el destino quiso que su camino fuera otro distinto y en lugar de construir edificios, se dedicó a construir el juego de sus equipos desde su posición en el campo. Con dedicación terminó sus estudios obteniendo el título de profesor de educación física al mismo tiempo que se dedicaba a su carrera deportiva.
A los doce años tuvo que elegir entre el fútbol y el baloncesto, y podemos decir sin temor a equivocarnos que acertó en su decisión. Damon Damianides, impulsor del baloncesto en Nikea, se cruzó en su camino e intervino en su decisión. Incluso le dio 20 dracmas para las fotografías de su ficha con el Ionikos, un modesto club de barrio fundado en 1965. Pensando que su padre no le permitiría jugar al baloncesto, falsificó su firma para formar parte del equipo. No pasó mucho tiempo para que Byron Kritharis, el que se convirtiera en su padre deportivo, pronunciara unas palabras proféticas: «Un día será historia del baloncesto griego». Su talento no pasó desapercibido, unos meses más tarde de su llegada entrenaba a triple turno: primero con el equipo infantil, más tarde con el equipo juvenil, y para finalizar con el equipo senior. Giannakis fue convocado para jugar con el equipo de segunda división nacional entrenado por Giorgos Vasilakopoulos a la edad de 13 años. Ni siquiera tenía dinero para comprarse un par de zapatillas deportivas y después de cada partido las llevaba a un zapatero para que se las remendara.
La energía y la calidad del joven jugador del Ionikos sirvieron de reclamo para los aficionados locales que prácticamente doblaron su asistencia a la cancha. El Ionikos logró el ascenso a la primera división en la temporada 74/75. Ese mismo verano conquistó la medalla de plata en el campeonato de selecciones de Europa cadete celebrado en Atenas. Unos meses después debutaba en primera división con el Ionikos, y contribuía con 21 puntos a la victoria de su equipo 73-64 sobre el AEK de Atenas. Tenía tan solo 16 años. Compaginó el primer equipo con el juvenil del Ionikos, con el que se proclamó campeón de Grecia al derrotar al Iraklis en Larissa. Tras finalizar esa temporada tomaba parte con su selección en el campeonato de Europa junior celebrado en Santiago de Compostela. Giannakis compartió equipo con algunos nombres ilustres del basket griego como Andritsos, Stavropoulos y Charalambopoulos. Fue el máximo anotador de la competición con un promedio de 25,5 pts por partido. Y ahí no acabaría su excepcional año, unas semanas más tarde era convocado por la selección griega absoluta para disputar el torneo de Salónica. Su debut se produjo contra la selección de Checoslovaquia con victoria (82-71) aunque se quedaría sin anotar en ese partido. Se ganó el sobrenombre de dragón, un bautismo que recibió del periodista griego Giannis Antonopoulos
Giannakis tuvo que pasar de disfrutar uno de los años más maravillosos de su carrera a sufrir la pérdida de su padre unos meses más tarde. Noti ayudó al Ionikos a consolidarse en la primera división logrando un meritorio 5º puesto en 1978 y un 6º puesto en 1979. La buena clasificación liguera permitió al Ionikos participar en la Copa Korac, aunque no pasaron de la primera ronda al ser eliminados por el Sion suizo. Los griegos no supieron defender los 9 puntos de renta que traían de la ida (113-104) y cayeron por 12 puntos en Suiza (95-83). Giannakis en su estreno europeo dejó una tarjeta de visita de 32 y 42 puntos respectivamente. Aquella sería su única participación con el Ionikos en competiciones europeas.
Su estatus creció no solo a nivel de clubes, su figura fue aumentando en relevancia en la selección griega y fue partícipe de los primeros éxitos internacionales de la selección helena. En 1979 la selección griega conquistó la medalla de oro en el torneo de los Balcanes al derrotar a Yugoslavia por 66-62, con 11 puntos de Giannakis. Un año más tarde repetirían éxito al derrotar nuevamente a Yugoslavia en los Juegos Mediterráneos por 85-74. Los balcánicos presentaban las bajas de Dalipagic, Kikanovic y Cosic, pero contaban con el factor cancha a favor ya que el torneo de baloncesto se disputaba en Split. Giannakis sepultó las opciones de oro del equipo local con 34 puntos. En septiembre de 1980 formó parte una selección europea entrenada por Lolo Sainz en la que se encontraban entre otros Epi, Corbalán, Brabender, De La Cruz, Meneghin, Villalta, Della Fiori, Dubuisson y Klaus Zander.
Noti venía de protagonizar la mejor temporada ofensiva de su carrera al promediar 36,5 puntos por partido en la competición doméstica y liderar la tabla de anotadores, en la que le secundó un tal Nikos Galis, que debutaba en la liga griega en las filas del Aris de Salónica promediando 33 puntos por partido. A partir de entonces los duelos entre Ionikos y Aris fueron sinónimo de una oda al baloncesto ofensivo con explosiones anotadoras de estos dos protagonistas. He aquí algunas de ellas:
13/6/1981: Aris 116 Ionikos 85 (Galis 51, Giannakis 46)
23/2/1983: Aris 116 Ionikos 85 (Galis 52, Giannakis 51)
12/10/1983: Aris 107 Ionikos 72 (Galis 39, Giannakis 32)
17/3/1984: Ionikos 99 Aris 112 (Giannakis 34, Galis 45)
Pero ninguna de estas batallas tuvo la misma repercusión que la que se libró el 24 de enero de 1981 en Nikea. Esta rivalidad alimentó lo que fue una tensa relación personal entre Panagiotis Giannakis y Nikos Galis. Ni siquiera después de una década jugando juntos y la conquista de una medalla de oro en el Eurobasket de 1987 lograron forjar algo parecido a una amistad. Fue una relación que pasó por varias fases: a veces mala, a veces correcta, a veces fría, a veces hostil, a veces indiferente y, pero nunca acababan de encajar. Sobre todo, a raíz de un partido contra el Iraklis en 1986 en la que todo saltó por los aires. Giannakis incluso pidió a su presidente que lo vendiera. Pero volviendo a la noche que nos ocupa, era la primera vez que se enfrentaban cara a cara, debido a la división del campeonato griego por zonas geográficas, aunque si habían coincidido en la selección helena. Era una época en la que el baloncesto griego sufría penurias económicas y los dobles enfrentamientos los fines de semana eran habituales para reducir costes en los desplazamientos. Galis llegaba a este partido después de endosarle 56 puntos al AEK de Atenas, aunque su equipo fuera derrotado por la mínima (106-105). Giannakis lideró a su equipo en un triunfo vital sobre el Panionios para evitar el descenso.
La expectación levantada para ver el primer duelo entre estos dos jugadores era una versión griega del primer duelo entre Magic Johnson y Larry Bird cuando ambos se enfrentaron en la Final Four de 1979. Las colas para entrar al Platonas Gymnasium se prolongaban hasta tres manzanas abajo. Aquel día el pequeño recinto preparado para albergar a 1.200 personas, se llenó con 1.600 espectadores. Las escaleras de las gradas eran asientos improvisados mientras que niños en cuclillas se colocaban delante de cada localidad. Como si fuera un duelo del Far West, ambos protagonistas, los dos pistoleros más rápidos, comenzaron a disparar a discreción. Durante seis minutos del primer tiempo solo ellos dos anotaron por ambos equipos: 14 puntos cada uno, pasando de un 26-17 a un 40-31. Los otros ocho jugadores eran espectadores VIP. El Ionikos se fue al descanso con una exigua ventaja (53-51). Galis había anotado 37 puntos y Giannakis 35. El intercambio de canastas continuó en la segunda parte con los mismos protagonistas como acaparadores del espectáculo. El Ionikos llevó el partido a la prórroga gracias a dos tiros libres de Vassilis Nydriotis, aunque Giannakis tuvo una oportunidad para ganar el partido, pero marró un tiro forzado que lazó de forma apresurada por un error de la mesa del cronómetro. El tiempo extra era un regalo para los aficionados, cinco minutos para paladear un duelo que hasta ese momento reflejaba el siguiente marcador individual: Giannakis 64, Galis 60.
Y como no podía ser de otra manera, un partido jugado en Grecia tuvo su dosis de polémica con la mesa de anotadores. En la prórroga, el Aris de Salónica se adelantó 104-107. Entonces su entrenador, Dusan Ivkovic acusó al cronometrador de detener el tiempo (usaban un cronómetro manual). Mientras se organizaba el tumulto alrededor de la mesa, el jugador visitante Paramanidis anotó una canasta que los árbitros dieron por válida. Kostas Anastasatos, entrenador local protestó y el partido se detuvo durante 15 minutos. En los últimos instantes de la prórroga Giannakis y Bezantakos redujeron la diferencia a un punto (de 108-114 a 113-114).
Con pocos segundos para finalizar Dimitris Nastos fue objeto de falta, pero falló ambos tiros, Bezentakos recuperó el balón, pero lo perdió sin opción a lanzar y el partido terminó 113-114. El Aris con un poco más de profundidad de banquillo llegó más fresco a los minutos finales. Galis solo anotó dos puntos en la prórroga para finalizar con 62 puntos (23/35 en tiros de campo y 16/18 en tiros libres) mientras que Giannakis anotó 9 de los 12 puntos de su equipo para un total de 73 en el partido (29/40 en tiros de campo y 15/16 en tiros libres, fallando su único tiro libre en la prórroga). Después del partido, Kostas Petridis, un ex jugador del Ionikos, le preguntó a Giannakis si sabía cuántos puntos había metido. «Muchos, unos cuarenta». El jugador se sorprendió al conocer la cifra exacta.
Giannakis no solo demostró ser un líder y una referencia ofensiva durante ese tiempo, también ofreció muestras de carácter y una fuerza de voluntad dignas de admirar. Unos meses más tarde la temporada llegaba a su fin, Ionikos estaba en la zona de descenso. Recibía al AEK, campeón de Copa. En sus filas militaba uno de esos americanos nacionalizados al que otorgaron el nombre de Kyriakos Rambidis pero al que todos los aficionados conocen como Kurt Rambis. Esa noche, como durante toda la temporada, Giannakis estaba en una dimensión desconocida. llevaba 20 puntos antes del descanso empeñado en sacar a su equipo del pozo clasificatorio. Al borde del final del primer tiempo, cogió un rebote y ejecutó uno de sus clásicos costa a costa para terminar en el aro contrario. Chocó en el aire con un oponente, perdió el equilibrio y cayó mal. Fue llevado al hospital más cercano. Diagnóstico: fractura de escafoides. Si le hubieran dejado, hubiera jugado esa misma noche con una escayola, pero pudo regresar para ser testigo de la victoria de sus compañeros. A pesar de la victoria, el Ionikos todavía estaba en serias dificultades. Necesitaban la victoria ante el Dimokritos de Salónica y Giannakis no quería abandonar a sus compañeros. Jugó con una mano vendada y contribuyó a la salvación del Ionikos. Aquella lesión de escafoides frustró su posible paso a la Virtus de Bolonia. Gianluigi Porelli en persona viajó en más de una ocasión para seguir sus evoluciones y la lesión en la muñeca enfrió el interés de los italianos.
Giannakis aceptó una invitación del Hellenic College en Boston. Permaneció allí unos meses donde conoció a alguno de los miembros de los Celtis como Robert Parish. Después de programar algunos partidos amistosos con la plantilla de los Celtics, Bill Fitch se interesó en él. Fue drafteado por Boston y participó en el rookie camp con la franquicia de Massachussets. Se mostraron entusiasmados con su rendimiento y le dijeron que se iba a incorporar al training camp después del verano, pero debía permanecer en Estados Unidos. Giannakis tuvo que ser sometido a una pequeña operación, pero el resultado de las pruebas diagnósticas arrojó un resultado inesperado: Giannakis no tenía ligamento cruzado anterior en la rodilla izquierda. Nadie se explicaba cómo había estado jugando a baloncesto durante 10 años. El doctor Lynch, jefe del personal médico de los Celtics, le comentó que debería someterse a tres trasplantes y si todo salía bien, no le garantizaba que pudiera seguir jugando a baloncesto, Giannakis hizo caso omiso y se reincorporó al training camp. Se unió a 21 jugadores de los cuales 9 tendrían que ser cortados. Llegó hasta la última semana con opciones de permanecer en la plantilla, pero los astros se conjuraron contra él. Esa misma semana Danny Ainge abandonó los Toronto Blue Jays de baseball y decidió incorporarse a la disciplina de los Celtics. Al mismo tiempo Dave Cowens volvió del retiro para jugar con los Bucks de Don Nelson, pero sus derechos todavía pertenecían a Boston. Red Auerbach no impidió que Cowens firmara con los Bucks pero a cambio consiguió la adquisición de Quinn Buckner, un base defensivo. Esas dos incorporaciones para el backcourt acabaron con su sueño de jugar en la NBA. Bill Ftch quedó impresionado con su carácter y rendimiento y dos años más tarde le invitó a unirse a los Rockets, pero ese mismo verano el Ionikos cerró su traspaso al Aris de Salonica.
A su regreso a Grecia, Giannakis ayudó al Ionikos a permanecer en primera división un año más, y como último servicio contribuyó a la clasificación para competiciones europeas antes de ser traspasado al Aris que ganó la puja por el jugador en directa competencia con el Panathinaikos y el AEK de Atenas. A partir de entonces comenzó a escribir una página diferente de su historia desde un perfil muy distinto, pero más familiar para la mayoría de los aficionados.
Ficha del autor
Aficionado al baloncesto y al deporte en general
En 'Tiempo de Basket' desde 05.04.2021