Los caminos del señor son inescrutables. Eso debió pensar no hace mucho el por entonces jugador de los Houston Rockets AJ Griffin, quien el señor se cruzó inesperadamente en su camino para ofrecerle un futuro poco convencional.
Hace unos días saltó a la prensa la noticia que el joven jugador había decidido colgar las botas para dedicarse en cuerpo y alma a lo que creía que había estado predestinado: el culto a Dios. AJ Griffin no era una estrella de la liga y tampoco había tenido tiempo para ello, a la edad de 20 años disputaba su segunda temporada con buenas sensaciones en el equipo del estado de Georgia. No en balde, su primera temporada había sido prometedora, sus 8,9 puntos, 2,1 rebotes y 1 asistencia en poco más de 19 minutos por juego así lo acreditaban para todo un número 18 del draft de 2021. Griffin, de 1’98 metros de altura, destacaba por su potencia física y un buen lanzamiento de media y larga distancia. En su segunda temporada las cosas cambiaron un poco, las lesiones y las malas sensaciones se adueñaron de él para que disputara un total de 20 partidos, 52 menos que el año anterior, acreditando unas estadísticas más típicas de una temporada de transición o de un período de recuperación que la de un jugador de segundo año. También estuvo períodos indefinidos de baja por “razones personales” que fueron sus primeros acercamientos a la retirada por las razones ya mencionadas.
Desde nuestras posiciones de observadores privilegiados nos puede parecer una auténtica locura la decisión de Griffin, las redes sociales ardían delante tal escenario. Algunos comentarios eran comprensivos hacia lo que el exjugador quería transmitir, pero en muchos casos no se entendía en absoluto: “pero ¿qué hace?”, “¿estás completamente loco?” o “¿es que no puedes jugar en la NBA y a la vez adorar a Dios?”. Curiosamente fue este último comentario el que más me llamó la atención, Estados Unidos es un país con un índice de creyentes muy elevado siendo el cristianismo la religión predominante con más del 50% de integrantes en el marco del total de los estadounidenses, y la NBA no es una excepción. Es habitual ver a jugadores en ruedas de prensa dando las gracias a Dios o mencionando al señor por cualquier cuestión, también está la gesticulación en la cancha, los tatuajes o la joyería con referencias claramente al altísimo, es decir, Dios es parte intrínseca del baloncesto y del deporte americano. Recuerdo el ejemplo de cuando un joven Dwight Howard llegó a la liga y le preguntaron por el tamaño de sus hercúleos hombros, él respondió que Dios se los había proporcionado para poder soportar el peso de todo su equipo.
Ciertamente la decisión de Griffin no parece que esté sustentada por ningún razonamiento lógico, va a perder una cantidad de dinero que jamás podría ganar estando vinculado en una iglesia, tampoco va a tener una fama con la que poder aprovecharse en ciertas situaciones ventajosas para él ni, permitidme que lo diga sin tapujos, todo el sexo fácil que pudiera querer. Ha escogido un camino distinto al de la razón, ha escogido la fe. Se dice en los medios de comunicación que se han hecho eco de la noticia que el exjugador de los Hawks se había convertido en un ferviente creyente durante la época de la Covid19, había encontrado la forma de ayudar los demás a través de la iglesia y esto le cambió la vida. “Él me encontró” decía en su canal de youtube “entregué mi vida a Cristo y fue la mejor decisión de mi vida”, no puede ser más claro. Griffin, en estas declaraciones ya esgrime lo que probablemente llevó a su desenlace, ya no era jugador de baloncesto, al menos no en su espíritu, ese espíritu que tanto se eleva a quienes lo poseen, pero se desprecia a los que no. El bueno de AJ lo que nos quería transmitir es que había sido una especie de escogido para llevar la palabra del señor y, en consecuencia, salvar a todas esas almas descarriadas. Otra de sus declaraciones en su canal lo verbaliza “No me sorprende toda la blasfemia, pero me preocupa más por las almas de todos”.
Es curioso cómo se nos presenta este caso, estamos hablando de un chico muy joven que está dispuesto a renunciar a una vida de riquezas y fama, de lo que muchos considerarían la culminación máxima del sueño americano concentrado en un individuo de raza negra para ayudar a los demás. Ayudar a los demás con las herramientas de una fe que pueden ser más o menos criticables pero lo que cuenta en este punto son las intenciones del chico. Existen un sinfín de jugadores profesionales con un talento y una entrega al deporte excepcional pero que dejan mucho que desear en lo que se refiere a su calidad como personas. Según sus compañeros Jordan era insoportable, Kobe era un carácter imposible y Lebron ha conseguido crear rechazo a muchos jugadores que han renunciado jugar a su lado. En el otro lado del espectro, también tenemos casos de jugadores que han renunciado a jugar en la mejor liga del mundo por razones extradeportivas, algunos sencillamente llegaron a odiar tanto el baloncesto que lo dejaron, otros al ver que tenían suficiente patrimonio acumulado decidieron retirarse.
La decisión de AJ Griffin se nos antoja algo distinta, un jugador que decide que su deber es ayudar a los demás y va a sacrificar su futura vida lujosa por ello es algo que, al menos, debería hacernos reflexionar antes de sacar conclusiones precipitadas sobre un hombre que lo único que hace es hacer lo que cree que debe hacer.
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