La fe de Tyrese Haliburton

18 junio 2025

Tyrese Haliburton salió escogido en el número 12 del draft del año 2020 por los Sacramento Kings, venía de hacer un par de buenas temporadas con Iowa State, sobre todo en su segundo año donde promedió 15 puntos, 6 rebotes y 6 asistencias. Unas cifras más que buenas para un base de 1,96 metros de altura. Y hablando de esto, y pese a que el juego ha evolucionado mucho y ya no se buscan este tipo de perfiles como si fueran “El Dorado”, un base de casi dos metros siempre es un aliciente a la hora de formar un 5 inicial en cualquier equipo profesional. Tampoco tenía un estilo de juego ortodoxo, eléctrico sin ser anotador, buen pasador sin ser un playmaker y buen defensor sin ser un two way player, estas características le convertían en una pieza difícil de definir dentro del esquema de juego. Además, a esto se le añadía su espantosa mecánica de lanzamiento donde los técnicos de los campus predraft no dejaban de decirle que si no la cambiaba iba a ser taponado en infinidad de ocasiones.

En su primera campaña con el equipo californiano no lo hizo mal del todo, 13 puntos y 5 asistencias con un 40% en tiros de 3 se presentaba como una buena carta de Rookie para ser escogido en el tercer mejor quinteto de novatos. Pero como se suele decir, puede que venciera, pero que no convenciera. Al año siguiente fue traspasado a los Indiana Pacers en un movimiento claro de los Kings para hacerse con los servicios de Domantas Sabonis, es decir, fue utilizado como moneda de cambio para completar el traspaso. Al aterrizar en las tierras rurales de Indiana, sus estadísticas mejoraron ligeramente respecto a su anterior equipo, subió de 14 a 17 puntos y de 7,4 a 9,6 asistencias, unos números muy buenos para cualquier base de la competición, sin embargo, siempre se tenía la sensación de que podía hacer más

Dos años más tarde, ya asentado como titular en su equipo actual, en la temporada 23-24, ocurrió una explosión en su juego que dejó maravillada no solo a la NBA sino al resto del mundo. Haliburton de la noche a la mañana se convirtió en un base de 30 puntos de media con más de 10 asistencias, jugando cada partido de manera magistral con una estética que en ocasiones rozaba la excelencia. Sus Pacers subieron como la espuma en la clasificación de la conferencia este y durante los inicios de la campaña su juego exhibía tal nivel que se empezó a rumorear sobre una posible candidatura al MVP. Pero esto no duró demasiado, una extraña lesión le dejó un tiempo apartado de las canchas, no demasiado pero el suficiente para ver como su nivel bajaba sustancialmente. Y cuando hablamos de “extraña lesión” lo decimos en un sentido muy amplio del término, ya que cuando se suponía que estaba completamente recuperado su nivel no alcanzó lo que se le vio al principio de la temporada regular. No es que jugara mal, es que no parecía el mismo jugador. Muchos analistas culparon a Indiana por obligarle a jugar lesionado con un impacto importante en su juego. Para que nos hagamos una idea, en octubre promedió casi 29 puntos por más de 11 asistencias para rozar apenas los 20 puntos después de la lesión.

Haliburton terminó haciendo una buena temporada con unos buenos números, pero nada que ver con lo que se le suponía en un inicio. Otras voces empezaron a especular sobre que solo había sido un estado de gracia del jugador, lo que a veces se le denomina “estar en la zona”, como cuando uno siente que todo le va a salir bien haga lo que haga. Estas voces llegaron hasta el punto de que este año fue seleccionado como el jugador más sobrevalorado de la liga en una estúpida votación que hicieron sus compañeros apremiados por algún medio de comunicación sin escrúpulos.

La temporada 24-25 de Haliburton y sus Pacers fue buena pero el nivel demostrado en los play-offs ha vuelto a rozar lo sublime, los muertos que han dejado por el camino son muchos y muy poderosos, los Bucks de Anteto, los Cavs de Mitchel y los Knicks de Brunson han ido cayendo uno a uno ante la perplejidad de los espectadores. Indiana ha vuelto a demostrar cómo puede jugar y, por encima de todas las cosas, la fe que tienen en ellos mismos. Una fe cuya representación máxima la tiene la figura del propio Haliburton, ya que estadísticamente hoy día es el mejor jugador Cluth de la historia de los play-offs, o dicho de otro modo, el jugador más decisivo de todos los tiempos en los finales ajustados. Ya que no era que ganaran partidos, que también, sino la manera como los ganaban, remontadas imposibles con tiros inverosímiles que entrarían en el 1% de los casos se ha convertido en su seña de identidad, siendo que los partidos a falta de 2 minutos donde pierden de menos de 20 no se dan por cerrados. Una percepción que se han ganado por méritos propios. Lejos queda la votación donde los jugadores consideraron a Tyrese como el jugador más sobrevalorado de la liga, premio de dudosa meritocracia donde el propio Haliburton declaró no darle más importancia hasta que se presentó a las eliminatorias con una camiseta de “Overrate That” como dardo envenenado hacia sus votantes.

Tampoco quiero ser injusto con los compañeros de equipo de Haliburton, ya que creo que no es el mejor jugador de los Pacers (galardón que según mi opinión se merece Paskal Siakam), y la dinámica de la estructura del juego se conforma en unas responsabilidades muy corales. Sin embargo, el poder de la fe lo tiene Haliburton, él es quien es capaz de sacar de sus compañeros aquello que necesitan en cada momento para conseguir lo imposible. En el momento de escribir estas líneas las finales van 3-2 a favor de los Thunder y el próximo partido se jugará en Indiana. En ocasiones normales vería muy complicado que los Pacers pudieran incluso arañar un partido en una eliminatoria a 7 pero en este caso el poder de la fe de Haliburton es tal, que es capaz de llegar hasta donde estoy y hacer que dude de Shai, Holgrem, Williams y compañía ya que, a su manera, nos ha demostrado que los milagros existen.

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