La palabra tankear no cabe en el ADN de los Boston Celtics. No forma parte de su historia ni de su carácter. Una franquicia construida sobre la competitividad y la grandeza, con 18 anillos que hoy miran desde lo alto del Garden, no entiende de rendiciones encubiertas.
El último, conquistado en 2024, todavía resuena. Pero lo que se avecina no es una traición a esa herencia, sino quizá la mejor forma de defenderla. No es derribar para empezar de nuevo. Es algo más sutil: una reestructuración audaz, una maniobra de ajedrez para esquivar las trampas del nuevo CBA y asegurar que la dinastía alrededor de Tatum y Brown no se apague demasiado pronto.
Brad Stevens, con el respaldo total del nuevo propietario Bill Chisholm, no está gestionando una reconstrucción desde cero. Está diseñando. Y cada movimiento responde a un mismo objetivo: que Boston no se quede mirando al pasado, sino que siga mirando al futuro con la misma ambición.
Del éxtasis al laberinto del CBA
La euforia por el 18º título aún late en la memoria, aunque la NBA ya haya pasado página. Los Thunder son ahora los campeones vigentes. Pero el recuerdo en Boston es nítido: ese anillo, tan esperado, trajo consigo una nueva amenaza. El CBA y su letal Second Apron llegaron como un recordatorio de que nada es eterno.
Permanecer en ese territorio significaba una condena: limitaciones brutales en las operaciones, parálisis financiera, picks sacrificados, un castigo fiscal insoportable. Una camisa de fuerza que podía convertir la gloria en cárcel. Stevens entendió rápido que no había elección. Que para proteger el futuro había que moverse ya. No por miedo, sino por ambición. Porque el objetivo no es celebrar un anillo aislado: es abrir de nuevo la ventana de los Jays y prolongarla lo máximo posible.
La lesión de Tatum: de maldición a oportunidad
La lesión de Jayson Tatum podría verse como una maldición. Pero Stevens la ha convertido en una oportunidad. Con o sin su estrella en pista, la reducción salarial era obligatoria. Lo que cambió fue el relato. La baja de Tatum transformó una obligación incómoda en una oportunidad estratégica. En lugar de conformarse con una plantilla insostenible, la franquicia ha iniciado una reestructuración profunda.
Los movimientos que duelen
De esa estrategia nacieron las decisiones más duras. Decir adiós a Kristaps Porzingis, Jrue Holiday, Al Horford… piezas claves en el campeonato, pero que a la vez cerraban el margen de maniobra. Su salida liberó aire. Ocupan su lugar jóvenes como Hugo González o Baylor Scheierman, y se abre espacio para que crezcan Payton Pritchard o Neemias Queta.
Y entre todo ello, una pieza distinta: Anfernee Simons. Un talento anotador, pero, sobre todo para Boston, un activo comercial crucial. El billete de oro para seguir rebajando salarios a cambio de futuros picks o jugadores veteranos que complementen al dúo estrella y a Derrick White de cara a la 2026-2027.
El balance es claro: el equipo ha perdido una cantidad significativa de talento, calidad contrastada y veteranía, reemplazándolos con jugadores de perfil más bajo y jóvenes. Los Celtics no van a «tankear» deliberadamente, pero con este roster es una consecuencia natural que esta temporada de transición se salde con muchas derrotas.
El arquitecto sin miedo
Quien busque sentimentalismo en Stevens se equivoca. Fue el mismo que se atrevió a mover a Marcus Smart, un ícono del Garden. Y ahora, tras el éxtasis de un campeonato, muestra la misma frialdad: desprenderse de campeones para proteger lo que viene. No es frialdad gratuita. Es visión.
El 19º título empieza aquí
La temporada 2025-26 no se va a medir en victorias. Se va a medir en algo más profundo:
- Si Boston consigue recuperar
- Si logra acumular activos de
- Si es capaz de dar vuelo real a los jóvenes.
Esta estrategia no es del todo nueva en Beantown. Quienes la critican quizás hayan olvidado una de las jugadas más magistrales de Red Auerbach. En 1978, Red seleccionó a Larry Bird sabiendo que permanecería un año más en Indiana State, asumiendo el riesgo de que pudiera lesionarse o no firmar. Aquella temporada 1978-79, los Celtics terminaron 29-53, una transición paciente con la mirada puesta en un futuro brillante. ¿Fue aquello «tankear«? No. Fue una jugada maestra de visión estratégica que sentó las bases para tres anillos.
Hoy, en pleno siglo XXI, Brad Stevens camina por esa misma senda. Sabe que la grandeza de los Celtics no reside en resistirse al cambio, sino en saber cuándo hacerlo. La esencia verde nunca fue la obstinación. Fue la inteligencia.
El 18º banner cuelga en el Garden. El 19º todavía parece lejano, pero empieza a construirse aquí. Porque en Boston la paciencia nunca fue resignación. Siempre fue parte del plan.
Ficha del autor
Apasionado del baloncesto, de la NBA y de los Boston Celtics. Co-fundador y director del videopodcast "Los Orgullosos Verdes", referencia en castellano sobre la franquicia de Boston. Coordinador editorial y redactor en "Fab Five Magazine".
En 'Tiempo de Basket' desde 05.06.2022