Pocos imaginaban hace ya una década que la llegada de Pablo Laso, procedente del Gipuzkoa Basket, iba a suponer la ristra de títulos que abarrotan las vitrinas madridistas. Sin embargo, y a pesar de que el palmarés es el elemento que otorga el crédito a quien dirige desde el banquillo, el vitoriano ha dotado de una identidad al equipo que va más allá del número de trofeos.
Pablo Laso y el Real Madrid
En su temporada más difícil, el Real Madrid, a falta de lo que suceda en los playoff de la Liga Endesa, se ha sobrepuesto a un sinfín de imprevistos y dificultades. Dijeron adiós Klemen Prepelic, Salah Mejri y un Jordan Mickey que no terminó de cumplir las expectativas. En su lugar, vino Alex Tyus, un portento físico del que también se esperaba algo más y que no parece que vaya a continuar tras el verano. Volvió el prometedor Carlos Alocén, tras un año más de rodaje en Zaragoza y se pagó la cláusula de rescisión de Alberto Abalde, que abandonó Valencia para convertirse, en poco tiempo, en uno de los pilares de este renovado Madrid de Laso. Enseguida, la Supercopa se tiñó de blanco.
Lamentablemente, los contratiempos tardaron poco en aparecer. El rumor constante de una posible marcha a la NBA de Facundo Campazzo, director de la sala de máquinas del conjunto blanco, se materializó con la llamada de los Nuggets. Un sueño cumplido para el argentino que, en apenas dos meses, ha conquistado su parcela en Denver y cada noche demuestra que el talento no sirve de nada sin esfuerzo y trabajo.
Por su parte, Anthony Randolph, otro de los ejes de juego, se rompía el tendón de Aquiles para decir adiós a la temporada. Aún en 2020, el Madrid debía reinventarse una vez más para aferrarse a la pelea por los títulos. Con un concurso prácticamente intachable en liga (donde a falta de dos jornadas para el final tan solo ha perdido dos partidos para un balance de 32-2), el Real Madrid no pudo revalidar su entorchado en la Copa del Rey, sucumbiendo en la final ante el Barça de Jasikevicius.
Durante esos meses de transición, el paso al frente de Gabriel Deck fue constante y determinado. El Tortuga pasó a ser imprescindible y gracias a su evolución y a algunas actuaciones memorables, el Real Madrid pudo colarse entre los ocho mejores de la Euroliga después de un inicio de temporada irregular que, por suerte, pudieron rectificar a tiempo. En el último partido de la fase clasificatoria, Deck se merendó al Fenerbahce para dar un pase agónico a los suyos. La inyección de ilusión para la afición madridista se tornó en estupor cuando aún resonaban los ecos del triunfo: Oklahoma City Thunder se llevaba al argentino con carácter inmediato. Otra piedra más en el camino.
Con el culebrón Heurtel de por medio (apalabrado para el año próximo) y la llegada de Poirier para dar respiro a un castigado Tavares en la liga, los de Laso no pudieron con el Efes. El equipo turco se ganó el pase a la Final Four, pero el Real Madrid peleó hasta la extenuación. Garuba dio un salto exponencial y el carácter de los guerreros de siempre apareció en los momentos clave para levantar un 2-0 y llevar la serie de vuelta a tierras otomanas. Llegaron hasta los minutos finales con opciones: con Thompkins lesionado, con Tavares sin jugar… Y solo un espectacular triple de Krunoslav Simon les dejó sin premio. El de Llull no entró, pero no hay nada que se le pueda reprochar al equipo. El mérito es innegable.
Queda el playoff de liga y, como siempre, el Real Madrid es favorito. Se le exige ganar y cualquier resultado que no sea ese, no vale. De lo que pueden estar seguros es de que el Madrid no dejará de intentarlo. Pablo Laso no se lo permitiría.
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En 'Tiempo de Basket' desde el 14.05.2021