domingo, octubre 12, 2025
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Oda al nuevo All-Star

Cada año cuando se acercan estas fechas escuchamos los mismos comentarios por parte de algunos sectores con dudosa vinculación al mundo del baloncesto.  De los ya conocidos “es que en la NBA no se defiende” o “es que no se pitan pasos” o el no menos denostado “a mí, lo que me gusta es el baloncesto europeo”, en febrero llega el “yo ya no veo el All-Star porque (…)” que el lector rellene los puntos suspensivos con el insulto que mejor le encaje. Este tipo de comentarios tienen su origen en un perfil muy determinado que abunda mucho en las redes sociales, el espectador que suele ver algún partido europeo mensual y solo algunos highlights de la liga norteamericana se cree con el suficiente pozo teórico para emitir juicios de valor bien fundados. Utilizando una expresión de Mike Malone el año pasado, solo el ojo no entrenado puede tener la temeridad de expresarse con tal valentía sin sonrojarse previamente ya que, una cosa es la opinión personal sobre los gustos de cada uno y la otra es intentar elevar a categoría de objetividad algo que no tiene ningún sentido.

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Esto tampoco puede hacernos derivar hacia una especie de religiosidad adquirida e irreconciliable sobre la realidad, es un hecho que el All-Star ha perdido interés y adeptos en los últimos años y me gustaría, en la medida de mis posibilidades, hacer un análisis de los porqués y de qué manera uno opina que pudiera ser un formato mejorable.

Para empezar, decir que, para mí, lo mejor que tiene la NBA (a diferencia de toda competición europea, por cierto) es que no les cuesta nada admitir sus propios errores, normalmente son muy valientes en lo que se refiere a la innovación de los formatos, no solo en el All-Star sino en la propia liga. De este modo, podemos ver la cantidad de reglas que se cambian año a año para intentar mejorar algunos aspectos de la competición o sencillamente adaptarse a los nuevos tiempos ya que se considera que el reglamento del baloncesto de hace 20 años no es apto para el actual. Cuando estas reglas se implementan, lógicamente pueden ocurrir dos cosas: que salga bien o que salga mal. En el caso de que los cambios surjan efecto no hay ningún tipo de problema, pero cuando no salen bien la liga no tiene ningún reparo en dar marcha atrás para volver al punto de partida. Esto transforma la competición en un ente dinámico que cambia poco a poco hasta llegar a los lugares que se cree que se debería llegar. Recuerdo una edición del concurso de mates con una rueda que, al más puro estilo de la ruleta de la fortuna, los jugadores giraban el aparato para imitar algunos de los mates más populares del pasado o ejecutar algunos más modernos. El formato fue un desastre y no se volvió a implementar nunca más.

Esta flexibilidad genera una valentía en los cambios que, en mi opinión, va en pro de la competición y de lo que la rodea. Este año el formato del viernes fue una mezcla de lo que tuvimos los últimos años, 3 equipos de jóvenes promesas y un cuarto de jugadores integrados por un combinado de la Gleague donde los partidos no se resolvían en base al reloj sino a la puntuación. Todo esto estaba pensado para fomentar la competitividad, la gran lacra de los últimos años y, es que la crítica más extendida es que los jugadores no se toman en serio los partidos de ese fin de semana, como si con la elección a formar parte de la élite de la temporada fuera suficiente, esa estrella que tendrán en su carrera el resto de sus vidas. En teoría tienen razón, una vez se es All-Star ya poco importa el resultado del partido, pero no para el espectador que espera ver un buen espectáculo. El evento del viernes se esperaba que con la introducción del equipo de la liga de desarrollo los jugadores se lo tomaran más en serio para que no sufrieran la humillación de la derrota por parte de un equipo donde sus jugadores no juegan en la NBA. Todo quedó en un sí pero no, ya que efectivamente los partidos del equipo de la Gleague tenían una intensidad superior pero también una calidad inferior. Un viernes descafeinado donde la ligera mejora no convenció a nadie y los deseosos que el formato fracasara estaban con el cuchillo entre los dientes.

Los distintos eventos del sábado son parte de un espectáculo donde se echa de menos la novedad. Es decir, en una sociedad del impacto, de la tiranía de la novedad lo repetitivo no se soporta. En este sentido los concursos fuertes (el de triples y el de mates) en mi opinión llegaron hace tiempo a su punto máximo de interés y a partir de ahí solo podían ir para abajo. No tiene nada que ver con la calidad de los aspirantes sino en la visión del espectador, que ya lo ha visto todo. Como máximo exponente podemos coger el ejemplo del concurso de mates, hoy en día existen matadores profesionales donde han elevado este arte a su máxima expresión, son mucho mejores que cualquier jugador de la NBA ya que ellos se han especializado en esta disciplina. De este modo, vemos que los mejores mates del concurso del All-Star suelen ser copias de los que realizan habitualmente estos matadores profesionales y, como la mayoría de las copias, de calidad inferior a la original. La irrupción de McClung fue una bocanada de aire fresco en cuanto a la seriedad que se tomaran el concurso, pero a poco que uno bucee entre los profesionales descritos anteriormente se da cuenta que no dejan de ser unos mates del montón. Insisto en que la culpa no es ni de los participantes ni de los mates sino del ojo del espectador, que ha cambiado hace tiempo.

Por último, tenemos el evento del domingo, lo que tradicionalmente había sido el plato fuerte del fin de semana de las estrellas. Este año se ha probado un formato que me generó mucho interés en su momento, 4 equipos, 3 formados con jugadores que habían sido elegidos para el All-Star y un combinado de los participantes en el Rising Star del viernes. Todo tenía como objetivo promover la competitividad dentro del evento. Ya hemos detallado como a la mayoría de los jugadores no les interesa el partido en cuestión sino la elección y el resto se lo toman como un fin de semana de descanso dentro de una competición muy exigente. En esta ocasión, a mi parecer el formato funcionó muy bien hasta el tercer partido, donde el parón que se hizo (de más de media hora) cortó por lo sano el ritmo y terminó convirtiéndose en lo que habían intentado evitar a toda costa. La parte positiva es que hacía muchos años que no había tanta tensión en los partidos del All-Star, la negativa es que no supieron darle continuidad. Parte de la culpa es poner los partidos a 40 puntos y no a un tiempo determinado, ya que hoy en día la anotación es tan alta que se llega a los 40 en un santiamén, y para rellenar el resto del evento tuvieron que poner a un excesivo Kevin Hart haciendo su trabajo lo mejor que pudo.

Como reflexión final me gustaría añadir que el all star es un evento que me interesa mucho, pero en los últimos años este interés se ha generado lejos de la competición baloncestista y se ha acercado al más puro show business americano. Ya que, en lo personal creo que la falta de tensión es culpa exclusivamente de los jugadores, si no quieren competir y quieren pasar un fin de semana de vacaciones poco puedes hacer para cambiarlo. Lejos han quedado esos duelos Marbury – Iverson donde los caracteres de los jugadores no les permitía perder ni en el jardín trasero de su casa contra sus hijos. Por suerte, como gran parte de la vida, todo es cíclico, así que solo es cuestión de tiempo para que vuelvan a aparecer jugadores de perfil ultra competitivo que nos sazonen la velada del fin de semana de las estrellas, pero mientras esto no suceda, vamos a seguir disfrutando del show business.

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Ficha del autor

Uve_12

En 'Tiempo D3 Basket' desde 19.10.2023

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