jueves, octubre 9, 2025
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La mano de Nikola Jokic

Este año a estas alturas de la temporada se puede dar una paradoja curiosa en la NBA, puede que el que la mayoría de los analistas consideran el mejor jugador del mundo, en su mejor temporada, no gane el MVP. Y lo más extraño de todo, seguramente sería merecido. A falta de 10 partidos para finalizar la temporada regular podemos estar de acuerdo en que el máximo premio individual de la mejor liga de baloncesto del mundo está en disputa entre dos jugadores: Nikola Jokic y Shai Gilgeous-Alexander. El escolta de Oklahoma viene de realizar una temporada absolutamente excepcional, con unos estratosféricos 32,6 puntos por partido, se corona como el máximo anotador del año y su equipo, los Thunder, encabezan la conferencia Oeste con un récord de 64 partidos ganados por 14 perdidos. Seguramente estos números sepan a poco teniendo en cuenta que hace unas semanas se estaba hablando sobre si podían llegar al récord histórico de 72 victorias, récord compartido por los Bulls de Jordan y los Warriors de Curry, y es que Shai ha liderado a un joven equipo a situarse como uno de los máximos favoritos al anillo. Ataque, defensa, rebote, y otras de las características básicas que deberían dominar la mayoría de los equipos no son problema para este grupo de jóvenes, en algunas etapas de la temporada han llegado a practicar un baloncesto brillante donde solo la veteranía de los Celtics los podría dejar sin el ansiado anillo, llegado el caso.

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Nikola Jokic, por otro lado, sigue en disputa con sus Nuggets para consolidarse en una de las plazas de play-offs o, por el contrario, tener que situarse en posiciones menos cómodas dentro del play-in. Es lo que tiene el salvaje Oeste, cada partido se gana sudando hasta el final y notando el aliento de los que desean tu plaza en la nuca. A nivel individual Jokic está realizando una proeza difícil de creer, está jugando el mejor baloncesto de su carrera y, esto, es todavía más difícil de entender cuando recordamos que el jugador serbio es doble MVP. Sus números son de ciencia ficción, ni un HG Wells moderno hubiera tenido tanta capacidad creativa para imaginar sus 30 puntos, 12,8 rebotes y 10,2 asistencias por partido, este triple doble de promedio lo elevaría junto a Oscar Roberson y al siempre polémico Russel Westbrook como uno de los tres únicos jugadores de la historia capaz de llegar a semejante locura. Quizás otro día hablemos porque no todos los triples dobles son iguales y porque el de Westbrook debería tener un asterisco al lado en los registros individuales estadísticos históricos, pero lo cierto es que está ahí y lo está en pleno derecho. Volviendo a Jokic y, por si fuera poco, está lanzando con un excelente 57,7% en tiros de 2 y un 41,5% en tiros de 3, este último apartado estadístico se eleva a la mejor marca de su carrera. Como antes comentaba estos son unos números de ciencia ficción, pero lo que resulta realmente increíble, lo que desafía a las propias leyes de la física es que estos números no hacen justicia a su juego, debes verlo para creerlo.

En este punto tengo que confesar que en ocasiones peco en mis creencias paganas, me sorprendo a mí mismo dudando del jugador de los Nuggets, puedo empezar a ver un partido con la esperanza de no ver al permanente MVP de la liga jugando con la camiseta de la ciudad de la cima de la montaña. Me bastan un par de minutos de juego para arrepentirme y volver a ser un converso. Jokic es un jugador que considerado físicamente mediocre para la práctica del baloncesto de élite (sus 2’13m de altura aparte) tiene exactamente el físico que debe tener para poder practicar su juego en su máximo nivel. Y es que la mayor parte se desarrolla en su cabeza, siempre va un paso por delante del resto, cuando sus compañeros empiezan a entender los espacios que puede haber en una jugada él ya sabe dónde estarán sus compañeros y donde debe poner el balón. Existen unas declaraciones de su entrenador, Michael Malone que no pueden ser más certeras: “No creo que la gente realmente entienda el coeficiente intelectual que tiene… una persona brillante, una mente brillante”. Malone da en el clavo al entender que Jokic es un genio de la pelota, pero no el tipo de genio de se le presuponía a Michael Jordan o a Kobe Bryant, el jugador serbio es otro tipo de genio: un intelectual, alguien que gracias a su mente puede acceder a lugares en los que otros no tienen acceso. Estamos acostumbrados a ver a superdotados físicos en el deporte de élite, estos superatletas se llevan todos los focos, los highlights, los mates, los tapones o las acrobacias aéreas. Mientras esto sucede, Nikola Jokic se ríe en un rincón.

Lento, pesado, con una capacidad de salto prácticamente nula y una suspensión inexistente es el mejor jugador de una liga que se caracteriza precisamente por el dominio físico de sus integrantes. Pero de algún modo, no se puede jugar solo con el cerebro, tiene que haber cierta continuidad sobre el plano físico y como hemos comentado anteriormente Jokic no dispone de estas capacidades, o eso podemos pensar en un inicio. Este tipo de continuidad se da en lo que es para mí la clave de su juego: sus manos. Tiene una increíble coordinación mano-cerebro, rápidas, habilidosas y precisas como pocas, son las que se encargan de poner sobre el plano físico las ideas abstractas de su mente. Como si fuera redactando los sonetos de un poema con su pluma, consigue una armonía pocas veces vistas en el deporte profesional. Y esta precisión excepcional se manifiesta en elementos como las asistencias imposibles, (también dejaremos para otra ocasión la posibilidad de considerar a Jokic uno de los mejores pasadores de todos los tiempos y no solo de los mejores en su posición) los altos porcentajes en sus lanzamientos o la capacidad de poner el balón al suelo en un rebote defensivo e iniciar un contraataque que finalice con pase o canasta. Basta con ver solo una parte de alguno de sus partidos para poder darte cuenta de estos detalles que le proyectan a la excelencia baloncestística desde una plataforma completamente atípica y única. En resumen, y como diría cierto entrenador; para el ojo entrenado ver a Jokic jugar constituye un placer por sí mismo.

Desgraciadamente, como sociedad nos solemos acostumbrar a lo bueno, exigiendo cada vez más y más hasta llegar a puntos que normalizamos la excelencia. Este es el caso de Nikola Jokic, la NBA le ha nombrado 3 veces MVP de la competición, pero ahora ha aparecido Shai con su equipo de jóvenes que realmente están jugando extraordinariamente bien y nadie podría decir en su sano juicio que el jugador de OKC no se mereciera el premio. Pero estos mismos jueces mentirían si dijeran que Jokic no es el mejor jugador del planeta. Lo gracioso del asunto es que en estos momentos existen montones de periodistas y analistas especializados escribiendo ríos de tinta sobre este mismo tema mientras Jokic, ajeno a todo ello, no por una cuestión de falsa modestia o por postureo sino porque realmente le da igual, debe estar en los momentos de los debates más fervientes tumbado en su cama, móvil en mano, preguntándose qué caballo de los que tiene en su finca necesita más cuidados para que tenga una buena salud.

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Ficha del autor

Uve_12

En 'Tiempo D3 Basket' desde 19.10.2023

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