Hace unos días falleció a los 91 años de edad Frank Selvy, un personaje del que ya he hablado en varias ocasiones. Popular por ser el único jugador capaz de anotar 100 puntos en un partido de la División I de la NCAA, y protagonista de uno de los partidos que pudo cambiar la dinámica de las finales entre Lakers y Celtics en los 60 al fallar el tiro que le habría dado el título a los Lakers en 1962. Pero Selvy también era el último superviviente de un episodio que pudo acabar de forma trágica y se resolvió favorablemente gracias a la pericia de los dos héroes de esta historia.
Hace 64 años, los Lakers todavía tenían su sede la ciudad de Minneapolis. No estaba siendo una buena temporada para los Lakers en el plano deportivo. De hecho su propietario, Bob Short, estaba planeando llevarse a la franquicia a Los Angeles. Era la temporada 59-60 y el equipo solo contaba con un jugador considerado talentoso: Elgin Baylor. Aquella tarde del 17 de Enero de 1960,los Lakers habían disputado un partido correspondiente a su visita a Saint Louis. Cayeron derrotados por 135-119 ante los Hawks. Por los Lakers apenas destacar los 43 puntos y 20 rebotes de Baylor. Tocaba regresar y embarcar en la avión para el viaje de vuelta antes de que anocheciera. Ya en el aeropuerto el vuelo se retrasó a causa de la climatología adversa, un temporal propio del frío invierno de Missouri. Con este panorama, Jim Krebs, un jugador de los Lakers con tendencias paranoides, empezó a desesperarse y a alarmar al resto de la expedición diciendo que aquel vuelo estaba maldito y que no debían tomarlo si querían seguir con vida.
«No hacía más que repetir que no debíamos volar aquel día», contaba Elgin Baylor.
Horas más tarde, el avión, un Douglas DC-3, de más de 20 años de antigüedad (algo habitual en los viajes de las franquicias de la NBA) despegaba del aeropuerto Lambert-St.Louis International. Los pilotos, el teniente coronel Vernon Ulman y el copiloto Harold Gifford, eran una pareja con muchas horas de experiencia. Eran las 20:30 cuando el avión despegaba. Durante el transcurso del vuelo, la radio y el sistema de navegación quedaron inutilizados debido a un fallo eléctrico causado por las bajas temperaturas. Para evitar el temporal los pilotos del avión se vieron obligados a ascender a unos 15.000 pies de altura y navegar por encima de la tormenta. Pero un avión como el DC-3 no estaba preparado para volar en esas condiciones. Como consecuencia de esta maniobra, la cabina se despresurizó y los fallos eléctricos se producían de forma repetida. Sin luz, con un ambiente gélido y falta de oxígeno por la despresurización de la cabina, estaban volando a ciegas.
«Estábamos jugando a las cartas, y de repente las luces se apagaron, y empezó a entrar frío. Durante un rato, el piloto no dijo nada. Todo el mundo quería saber qué estaba pasando, y finalmente nos comunicó que lo único que funcionaba era el generador del avión. El panel de control estaba averiado y no podían ver absolutamente nada»-relataba Elgin Baylor.
El miedo se apoderó de algunos de los integrantes de la expedición, mientras otros mantenían la calma lo mejor que podían. Para colmo de males, el nivel de combustible se iba agotando y había un riesgo evidente de que volando a esa altura los motores se congelaran. En un momento en la que la tormenta remitió, Gifford propuso intentar un aterrizaje forzoso aprovechando que era noche de luna llena y en aquellas pésimas condiciones, era un clavo ardiendo al que agarrarse. Navegaron con la luz proporcionada por el cuerpo celeste.
Eran las 00.30, y estaban en algún punto de Iowa. La orografía del lugar, caracterizada por sus campos de maizales, era la ideal para intentar aquella arriesgada maniobra. La tormenta podría volver a desatarse en cualquier momento y la situación era crítica, por lo que los pilotos comunicaron a la expedición que se abrocharan los cinturones para empezar una maniobra de aterrizaje. El avión comenzó a descender, tocó tierra y fue amortiguado por las plantaciones de maíz hasta lograr parar el aparato. Una vez a salvo de todo peligro la tripulación y los pasajeros bajaron del avión. Hubo momentos de alegría desbordada y de alivio, todos se abrazaban al mismo tiempo que eran conscientes del destino del que se habían salvado.
«Cuando nos dimos cuenta de que estábamos a salvo lo celebramos como locos. Salimos del avión y empezamos a comportarnos como niños pequeños. Nos tirábamos bolas de nieve los unos a los otros», confesaba Hot Rod Hundley, jugador de los Lakers.
Años después los Lakers homenajearon a Harold Gifford (Vernon Ulman murió en 1965) como uno de los mayores héroes de la franquicia. Después de aquella fecha hasta nuestros días los Lakers ganaron 12 títulos más. Por sus filas pasaron jugadores como Jerry West, Wilt Chamberlain, Kareem Abdul Jabbar, Magic Johnson, James Worthy, Shaquille O’Neal, Kobe Bryant, Pau Gasol o Lebron James. Sin la pericia de Ulman y Gifford la historia de la NBA de y los Lakers no habría sido la misma.
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Ficha del autor
Aficionado al baloncesto y al deporte en general
En 'Tiempo de Basket' desde 05.04.2021







