En la última década, el premio al jugador más mejorado (MIP) ha sido conquistado por jugadores que, en su mayoría, ya estaban proyectados como futuras estrellas de la NBA. Nombres como Tyrese Maxey (2023-24), Lauri Markkanen (2022-23), Ja Morant (2021-22) o Julius Randle (2020-21) han sido ganadores recientes, lo que ha desdibujado el verdadero espíritu del galardón. Este premio, que originalmente se otorgaba a jugadores que daban un salto inesperado en su desarrollo, ha empezado a convertirse en un reconocimiento a aquellos que simplemente han confirmado las expectativas. Sin embargo, el australiano Dyson Daniels ha venido a recuperar la esencia del MIP, uniéndose a un selecto grupo de jugadores como C.J. McCollum (2015-16) y Pascal Siakam (2018-19), los únicos en los últimos diez años en ganar este premio sin haber sido All-Star esa misma temporada.
Hasta hace poco, el MIP se veía como un premio reservado para aquellos jugadores que, sin ser grandes estrellas, lograban dar un giro radical a su carrera. No se trataba solo de mejorar en puntos o asistencias, sino de sorprender al mundo del baloncesto. La historia estaba llena de jugadores que, antes del galardón, no eran considerados piezas clave, y de repente, se transformaban en elementos indispensables para sus equipos.
Sin embargo, en los últimos años se ha visto una evolución en los ganadores del MIP. Muchos de los jugadores que han recibido el galardón en tiempos recientes ya estaban en la órbita del All-Star. Ja Morant, por ejemplo, no era un desconocido antes de su victoria en 2022, ni Tyrese Maxey o Lauri Markkanen eran considerados sorpresas cuando se alzaron con el premio en años anteriores. Solo tres jugadores en la última década — Dyson Daniels,
C.J. McCollum y Pascal Siakam — han ganado el MIP sin haber sido All-Star ese mismo año. Esto ha hecho que el MIP pierda un poco su sentido original, ya que, en lugar de premiar una mejora inesperada, se ha convertido en un simple reconocimiento a jugadores que ya eran grandes figuras, pero que terminaron de consolidarse en la élite.
Es aquí donde Dyson Daniels ofrece una dosis de frescura. El escolta australiano comenzó la temporada sin ser una figura destacada. En sus dos primeros años en la NBA, nunca promedió más de 6 puntos por partido y no era considerado un jugador fundamental en los New Orleans Pelicans. Sin embargo, en su tercer año con los Atlanta Hawks, Daniels ha dado un giro radical a su juego, promediando 14,1 puntos, 5,9 rebotes, 4,4 asistencias y 3 robos por partido. Sus 229 robos en total representan la cifra más alta registrada en la NBA desde los 231 que consiguió Gary Payton en 1996, año en el que Payton fue elegido como Jugador defensivo del año. Además, ha sido segundo en la votación del jugador defensivo del año, una hazaña que demuestra el verdadero impacto de su mejora.
El rendimiento de Daniels es un ejemplo claro de lo que debe premiarse con el MIP: un salto inesperado, no solo en estadísticas, sino en la relevancia dentro del equipo y la liga. Su historia es valiosa precisamente porque aún no es una superestrella confirmada, lo que lo convierte en un verdadero ejemplo de superación. A diferencia de otros ganadores recientes, Daniels no ha participado en el All-Star antes de recibir el premio, lo que devuelve al galardón su carácter de sorpresa y recompensa a aquellos que realmente logran dar un paso gigante en su carrera.
Como contó Daniels en ESPN, su meta ahora es convertirse en All-Star y campeón, pero su logro con el MIP tiene un valor especial porque todavía no ha alcanzado ese nivel. Gracias a su historia, el premio ha vuelto a conectar con su esencia original: reconocer a quienes, sin partir como estrellas, logran dar un salto enorme en su carrera.
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Periodismo (Eusa Sevilla)
En 'Tiempo D3 Basket' desde el 02.11.2023