Es complicado encontrar fuerzas dentro de uno mismo cuando estás condenado a luchar contra la historia y repites los mismos errores. En 1984 Los Angeles Lakers y Boston Celtics disputaron una de las finales de la NBA más esperadas, duras y emotivas de toda la historia. Había miles de razones que hacían de aquel enfrentamiento un acontecimiento diferente: Era Magic y era Bird; era una vieja rivalidad y una que empezaba a nacer; era la tradición y era el futuro; era el orgullo y era el glamour.
Kareem Abdul-Jabbar y la rivalidad Celtics – Lakers
En aquella ocasión los Lakers empezaron dominando las finales. Ganaron el primer partido con autoridad, perdieron el segundo con un fallo infantil de James Worthy en el pase, que facilitó una bandeja de Gerald Henderson cuando prácticamente tenían el partido ganado, y vencieron el tercero con un sensación de superioridad aplastante. Tras aquel tercer partido, Larry Bird salió con un enfado monumental, dando a entender a la prensa que de seguir por el mismo camino, acabarían siendo humillados. Estaba visiblemente irritado por el desempeño defensivo del equipo.
El cuarto partido parecía que se desarrollaba de igual forma, pero el paso por los vestuarios cambió la actitud a los jugadores del equipo de Massachussets. El partido se endureció de tal manera que los Lakers empezaron a encontrarse más que incómodos. La jugada que marcó el punto de inflexión fue una durísima falta de Kevin McHale sobre Kurt Rambis al que hizo perder la verticalidad para evitar una canasta sencilla. El revuelo que se formó tras aquella agresión fue disuelto, pero los vientos de cambio habían llegado. Una nueva dinámica se instaló en la final.
El juego ya no volvió a ser igual , no había veloces transiciones, ni ataques rápidos; no había aclarados en el poste para Kareem y Worthy; no había tiros cómodos para Scott y Cooper; y no había líneas de pase para Magic. Los Celtics se llevaron la serie y la final en 7 partidos, con el Boston Garden como un mágico aliado, en el famoso quinto partido denominado como The Heart Game, y las imágenes de Kareem con una máscara de oxígeno dando la vuelta al mundo. Los Lakers habían recibido una nueva afrenta de sus más encarnizados rivales. Era la octava final que enfrentaba a estos dos equipos, y la victoria siempre caía del lado de los orgullosos verdes.
Un año más tarde el destino quiso que se vieran las caras los mismos protagonistas en la final. Era el momento de saber si el cuadro angelino sería capaz de quitarse aquel peso que la historia había puesto sobre sus camisetas. El primer partido de la final de 1985 destapó todos los viejos fantasmas de nuevo: estaba Bill Russell intimidando, Bob Cousy protegiendo el balón, Frank Selvy fallando un tiro a 4 metros del aro para ganar, o Sam Jones anotando uno de sus clutch shots. Boston salió con gran energía y los Lakers no comparecieron. Fue un auténtico baño que los medios automáticamente se apresuraron a bautizar como The Memorial Day Massacre en alusión a la matanza que tuvo lugar en 1937 a manos de la policía de Chicago en una marcha organizada por el conflicto del metal.
Los Celtics apabullaron a los Lakers por 34 puntos 148-114. Cualquier aficionado de los Lakers podría esperar una gran victoria, o en el peor de los casos una derrota por un escaso margen, pero no un golpe tan bajo. Fue algo tan surrealista que se pudo presenciar como Scott Wedman anotaba 11 lanzamientos sin fallo, ante la mirada atónita de sus defensores. Si esa situación se hubiera dado a la inversa, Wedman habría sido derribado y golpeado tras su tercera canasta consecutiva. Kareem acabó el partido con 12 puntos y 3 rebotes siendo ampliamente superado por Robert Parish.
El vestuario de los Lakers parecía un velatorio. El silencio sepulcral sólo se vio interrumpido por la tenue voz serena y pausada de Kareem Abdul Jabbar. El 33 de los Lakers era el jugador más callado y más introvertido de la plantilla, sin embargo fue el que se encargó de enviar un mensaje a la plantilla en aquellas circunstancias. Todo el mundo esperaría que lo haría Magic por su extrovertida personalidad o Pat Riley como máximo responsable del equipo, pero no fue así.
«Quiero pediros disculpas a todo el mundo. Hoy no me encontraba bien, pero esa no es disculpa. Mi actuación de hoy se puede catalogar como basura. No volveré a jugar un partido así. Vamos a ganar esto.»
Tras una breve pausa, Kareem volvió a dirigirse a sus compañeros:
«Os lo prometo, vamos a ganar esto».
A veces no nos damos cuenta de la grandeza de algunos jugadores porque no hay cámaras, ni prensa que inmortalice esos momentos. Kareem era un personaje reacio a salir en los medios por su carácter, y por eso nunca tuvo el favor de la prensa, pero cuando él hablaba todos eran conscientes de la trascendencia de sus palabras. Debido a su edad había cometido más errores que todos los que le rodeaban, pero el hombre sabio no es aquel que no se equivoca, sino aquel que aprende de sus errores y transforma malas experiencias en un aprendizaje continuo.
De vuelta al hotel, las caras largas y el silencio seguían dominando el ambiente del equipo, incluso durante la cena, en la que apenas se oían murmullos en pequeños grupos de dos o tres jugadores. Riley les emplazó para el entrenamiento del día siguiente. Tenían tres días por delante para el siguiente partido, el partido más importante de sus vidas y el más importante de la historia de la franquicia.
A la mañana siguiente, en el orden del día, el primer punto era una sesión de vídeo. Kareem en estas sesiones solía sentarse al final de la habitación, pero en esta ocasión ocupó un sitio en primera fila. Riley insistió mucho en los errores de Kareem y en como Robert Parish le superaba en varios lances del encuentro. Fueron reproches duros y directos, delante de todos sus compañeros. Ningún gesto de desaprobación por su parte ante las correcciones. Tampoco se salvaron Magic, Scott y Cooper , los 3 mosqueteros como les gustaba denominarse.
Durante los siguientes 3 días, los entrenamientos fueron realmente intensos. Riley quería igualar el nivel de combatividad de la plantilla de los Celtics. Creía firmemente que cuando el partido se decidía por cuestiones técnicas el talento de los Lakers era superior, pero cuando el partido era duro y trabado entonces el talento de los Celtics era el que se imponía. Así mismo implantó una serie de multas específicas para aquella serie que tenían que ver mucho con el carácter bélico que quería inocular a aquellos Lakers: cada bandeja incontestada de un jugador de los Celtics, sería castigada con 500$; cada vez que un jugador de los Lakers ayudará a levantarse a un jugador de los Celtics que estuviera tirado en el piso serían otros 500$.
La cuenta atrás para el segundo partido se acercaba a su fin. Poco antes de salir desde el hotel hasta el Boston Garden en el autobús del equipo, sucedió algo sin precedentes en la era Riley. Kareem Abdul Jabbar se presentaba en el autobús de la mano de su padre Ferdinand Lewis Alcindor Sr. en contra de la prohibición expresa de Riley de que nadie ajeno a la plantilla (12 jugadores, 2 entrenadores y el trainer Gary Vitti) viajara en el autobús del equipo. Pat Riley no sólo no se enfadó o desautorizó a Kareem, sino que fue él mismo quien ayudó a subir a su padre al autobús. Riley sabía lo especial de aquella situación, y que Kareem más que nunca estaba necesitado del apoyo de su padre para vencer sus demonios personales.
En la charla prepartido Riley tenía unas notas preparadas, y las dejó para contarles algo en un momento de espontaneidad. Les contó a sus jugadores como su padre obligaba a sus hermanos mayores a llevar a Riley con ellos para jugar en el parque, de manera que Riley sería siempre derrotado por gente mayor que él, siempre rodeado de un ambiente muy poco propicio para un chico de su edad, al punto de que llegó a ser amenazado con armas blancas en alguna ocasión. Finalmente Riley llegó a vencer a todos aquellos tipos mayores que él antes de convertirse en un estrella universitaria. La moraleja que quería transmitirles era que alguna vez en la vida debían plantarse y «patear» algunos culos.
Probablemente la historia de Riley no fuera cierta y simplemente se debiera a una estrategia aprovechando sus grandes dotes de orador. El diablo jugando a los dados con la mente de sus jugadores.
Cuando el partido comenzó, Kareem se convirtió en el amo y señor del partido mostrando todas las habilidades de su repertorio para dominar en el poste a bajo a Parish y a Greg Kite. Pero más allá de su dominio total reflejado en los números, habría que destacar la forma en como lo consiguió, un Kareem más expresivo que nunca, dejando de lado al flemático Kareem que esconde sus emociones tras sus gafas protectoras. Cada canasta que conseguía era celebrada con vehemencia por todos los compañeros en el banquillo. Por cada punto se volvía hacia sus compañeros y les decía:
«¡Os lo dije!»
Los Lakers fueron superiores y vencieron en el Boston Garden 102-109, con 30 puntos 17 rebotes 8 asistencias y 3 tapones de Kareem, a la edad de 38 años. El cuadro angelino volvió al Boston Garden en el sexto partido con ventaja en la eliminatoria de 3-2,y rompieron la maldición ganando en Boston por primera vez un título a los Celtics (100-111). Kareem fue elegido MVP de la final. Hoy en día es todavía el jugador con más edad en ser galardonado con dicho premio. Aquel día los Lakers dejaron atrás todos sus demonios, y lograron lo que otros grandes jugadores de la franquicia no pudieron hacer antes. Kareem había cumplido su promesa.
POSTDATA: el famoso primer partido que los Lakers fueron avasallados por los Celtics, como se indica anteriormente fue bautizado como The Memorial Day Massacre, debido a la cercanía de la efeméride. Aquel primer partido se disputó un 27 de Mayo y la fatídica masacre ocurrida en la ciudad de Chicago, fue un día 30. La ironía del destino quiso que el segundo partido se jugará aquel fatídico 30 de Mayo en la que los Lakers se quitaron de un plumazo todos sus complejos. ¿Premonición?
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