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Los Thunder de Sam Presti: El verdadero proceso de la NBA

Los comienzos siempre son difíciles: El traslado

A finales de los años 90 y principios de los 2000, los Seattle SuperSonics comenzaron a enfrentar problemas financieros y dificultades para mantenerse competitivos en una era salvaje de la liga. Una era marcada por la transición entre el dominio de Jordan y sus Bulls, y la llegada de nuevas dinastías como los Lakers de Shaq y Kobe o los Spurs de Duncan. Howard Schultz, por aquel entonces propietario de la franquicia y a su vez fundador de la exitosa cadena de cafeterías Starbucks, intentó conseguir financiación pública para renovar el KeyArena, considerado en aquel momento uno de los pabellones menos rentables de toda la liga. Sin embargo, las autoridades locales rechazaron dicha intentona por invertir en la franquicia, argumentando que en aquel momento esta no era una prioridad vital para la ciudad.

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Ante la negativa y la falta de apoyo financiero, Schultz vendió la franquicia en 2006 a un grupo inversor de Oklahoma encabezado por el multimillonario empresario Clay Bennett. En un principio, Bennett, nativo de la ciudad de Oklahoma, aseguró que intentaría mantener a la franquicia en Seattle por todos los medios, sin embargo, y al igual que pasaría en su día con Howard Schultz, tras varios intentos fallidos de obtener fondos públicos para su nuevo pabellón, anunció su intención de trasladar el equipo a Oklahoma City en 2007. Este revuelo generó fuertes roces entre la ciudad de Seattle y los nuevos propietarios, quienes finalmente en julio de 2008 lograrían llegar a un acuerdo que permitiese la mudanza de la franquicia a cambio de una compensación económica muy suculenta: 45 millones de dólares. Además de todo ello, se incluyó una cláusula contractual que establecía que, si Seattle no obtenía una nueva franquicia en los próximos cinco años, la ciudad recibiría otros 30 millones adicionales. Como era lógico, tras este acuerdo la era de los SuperSonics llegó a su fin y de sus cenizas nacieron los Oklahoma City Thunder, debutando en la NBA en la temporada 2008–09.

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Sin embargo, el traslado de la franquicia generó opiniones divididas. En Seattle, la afición y varias figuras públicas expresaron su indignación por la pérdida de su equipo, mientras que en Oklahoma City, como era de esperar, el recibimiento fue masivo. La ciudad se frotaba las manos mientras fantaseaba con que la llegada de la NBA a su territorio les brindaría una oportunidad única para consolidarse como una potencia deportiva relevante. Años después, y con arrepentimientos de por medio (el del ex propietario Howard Schultz, quien admitió que vender el equipo fue uno de sus mayores errores profesionales), Oklahoma City Thunder rápidamente se convirtió en una de las franquicias más prometedoras de la NBA. Su base se construyó alrededor de tres jugadores de élite, tres futuros Hall of Fame que marcarían una época, pero lo harían cada uno por su lado: Kevin Durant, Russell Westbrook y James Harden.

La primera piedra del gran proyecto

Tras un primer año de transición (23–59 en la temporada 2008–09), el equipo empezó a mostrar su verdadero potencial con la llegada de Scott Brooks al banquillo. Durant, elegido en el Draft de 2007, se convirtió en el líder ofensivo del equipo, mientras que Westbrook y Harden, seleccionados en los drafts siguientes, conformaron uno de los tríos más complejos y espectaculares de la historia de la liga. Parecía irreal que la franquicia hubiese extraído tanto jugo del Draft de la NBA. Pero no parecían equivocarse nunca en sus elecciones. Una tras otra, decisión tras decisión, siempre tomaban el camino correcto. Con picks muy altos, sí. Pero no es tarea fácil poner en tal compromiso a tu franquicia cada año. Que se lo digan a Cleveland con Anthony Bennett (2013), a Washington con Kwame Brown (2001), a los Clippers con Olowokandi (1998), incluso a Portland con Greg Oden (2007) o Sacramento con Pervis Ellison (1989). Dominar las elecciones del Draft puede decantar la balanza de tu equipo y convertirte en un equipo de medianías, o en un sólido candidato al anillo.

En la temporada 2009–10, el equipo dio un salto de calidad muy evidente (50–32) y se clasificó para los playoffs. Aquella joven y despechada franquicia que recientemente había vivido un traslado de más de 3000 km de distancia, había llegado a la liga, y lo había hecho para quedarse. A partir de ese punto, la franquicia consolidó su estatus de contenders con varias temporadas exitosas. Logrando unas Finales de la NBA en 2011–12 tras eliminar a los Spurs en las finales del Oeste, y cayendo ante el “Big Three” de Miami Heat. O en 2015–16, bajo la dirección de Billy Donovan, alcanzando las finales de conferencia pero desperdician una ventaja de 3–1 ante los Warriors de Curry, Klay, Draymond y compañía. Pese a todos los esfuerzos puestos en mejorar y competir, la franquicia no conseguía su objetivo, no lograba derrotar al boss final del juego: hacerse con el ansiado anillo de la NBA.

Las silla con tres patas: La marcha de James Harden

El gran punto de inflexión en la historia reciente de los Thunder ocurrió en octubre de 2012, cuando el guard James Harden, por aquel entonces sexto hombre estrella de OKC y de la liga, es traspasado a los Houston Rockets. El movimiento, que en su día fue mucho menos relevante de lo que acabaría siendo (y ya es decir) tuvo su origen en una disputa por la extensión de contrato. Harden y su agente querían un acuerdo lucrativo, acorde a su estatus en la liga y al rendimiento que este otorgaba a su equipo, y los Thunder no podían permitírselo sin exceder el límite salarial. Y no es que los propietarios de Oklahoma fueran los más atrevidos y derrochadores del panorama NBA que digamos. Aquel traspaso, inevitable debido a las restricciones financieras de los Thunder, generaría un impacto devastador para la franquicia años después. Pero suponemos que es algo que nadie, o muy pocos expertos, conocían entonces. Más tarde se dieron a conocer algunos datos económicos que clarificarían aún más si cabe el grandísimo error que se cometió desde los despachos de OKC.

En 2012, Oklahoma City ya tenía a tres jugadores de nivel estrella: Kevin Durant, Russell Westbrook y James Harden. Durant, ya siendo un jugador consagrado en la liga, había firmado una extensión de contrato de 5 años y 86 millones de dólares en 2010, lo que lo convirtió en una pieza central para la franquicia por mucho tiempo. Westbrook, por su parte, firmó una extensión de contrato de 5 años y 80 millones de dólares en 2012, justo antes del traspaso de Harden, consolidándose también como una figura importante en el equipo. Según diversas fuentes, Harden demandaba un contrato en torno a los 60 millones de dólares por 4 años, algo lógico que reflejaba su crecimiento como estrella y su valor dentro del equipo. Sin embargo, la franquicia estaba ante una situación difícil de gestionar debido a las restricciones salariales impuestas por el salary cap de la NBA y la necesidad de mantener equilibrado el roster si lo que querían era competirle a los mejores. En 2012, la NBA implementó reglas estrictas sobre el salario máximo de los equipos, además del llamado “luxury tax”, que penaliza a los equipos cuyo gasto total en salarios excede el límite establecido por la liga. En ese momento, el límite salarial estaba situado en 58.044 millones de dólares. Los Thunder ya tenían comprometidos grandes contratos con Durant y Westbrook, lo que significaba que agregar a Harden a esa ecuación podría llevarlos a exceder el límite salarial y el impuesto de lujo. Para un mercado como Oklahoma, que no dispone de los mismos recursos que otras franquicias, estar por encima de la tasa de lujo representaba un riesgo económico considerable.

La marcha de Harden dejó a Oklahoma City con un vacío difícil de llenar. El escolta había sido fundamental en el éxito del equipo, no solo por su capacidad ofensiva, sino también por su habilidad para crear, generar puntos y liderazgo dentro del vestuario. Su hueco en la rotación nunca se logró suplir del todo. Si bien la franquicia seguía teniendo a Durant y Westbrook, la falta de un tercer hombre en el que confiar para liderar al equipo cuando las cosas se ponían difíciles denotó un plantel poco equilibrado. En las temporadas posteriores al movimiento, el equipo continuó siendo competitivo, pero sin la cuarta pata, la silla no se lograba mantener estable. Se tambaleaba en ciertos momentos. Durant y Westbrook no conseguían mostrar la misma química que habían demostrado con Harden. Las Finales parecían estar siempre al alcance, pero la falta de un tercer pilar ofensivo que dotase de equilibro al equipo comenzó a ser notoria. Tanto, que de hecho en las finales de la Conferencia Oeste de 2016 ante Golden State, Oklahoma no pudo defender el 3–1 de ventaja que tenía en la serie, y muchos vieron el traspaso de Harden como un factor que limitó su capacidad para dar el siguiente paso. Aquel verano de 2016 marcaría el final de esta era con la salida de Kevin Durant, precisamente hacia Golden State, dejando a los Thunder inmersos en una reconstrucción necesaria, y a Sam Presti como el gran mensajero de Dios.

El primer intento de reinvención: Westbrook, el llanero solitario

Tras la marcha de Durant, Russell Westbrook asumió el papel de líder absoluto y tuvo una de las temporadas individuales más impresionantes de la historia, logrando promediar un triple-doble y haciéndose con el MVP de la temporada. A pesar de tal dominio estadístico, tan solo a la altura de sí mismo y de Oscar Robertson en la historia, su equipo no apoyó los esfuerzos del base por competir. En un intento arriesgado de rodear a Westbrook de talento, la franquicia adquirió a Paul George y Carmelo Anthony en 2017, pero la química no fue la esperada. En el año 2019 voló todo por los aires tras varios intentos por lograr lo inalcanzable, y la directiva de OKC decidió iniciar una reconstrucción, esta vez sí, total.

La luz al final del túnel: La reconstrucción más inteligente

El traspaso de Westbrook a los Rockets y de Paul George a los Clippers marcó el inicio de una nueva era en la franquicia. A cambio, OKC adquirió múltiples picks del draft y jugadores jóvenes. Entre ellos un joven que parecía prometer grandes noches llenas de alegría para los aficionados de los Thunder, y un eterno pesar para los seguidores angelinos: Shai Gilgeous-Alexander. Con Sam Presti a la cabeza de este proyecto, comenzaron un proceso de reconstrucción basado en el desarrollo de talento y la acumulación de picks del draft. Muchos de ellos. Muchísimos incluso. Tantos que quizá no sea una mala idea tener un famoso “baúl”, después de todo. De esas cuantiosas elecciones, OKC logró jugadores como Josh Giddey, Jalen Williams o Chet Holmgren. Piezas que, bien a día de hoy o habiendo pasado por el equipo en algún momento (Josh Giddey), han emergido como perfiles clave de un núcleo joven y talentoso a partes iguales. Tanto incluso, que hoy en día los Thunder lideran la Conferencia y vuelven a ser considerados serios candidatos al anillo. Un éxito basado en una pizca de juventud, otra pizca de defensa élite y una gran bocanada de eficiencia ofensiva, destacando por encima del resto de equipos de la liga en numerosas estadísticas avanzadas.

¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?: Los de antes vs los de ahora

Aquellos Thunder de Durant, Westbrook y Harden eran conocidos por su velocidad en transición y por su capacidad para obtener puntos rápidos. Con jugadores como Westbrook, uno de los perfiles más explosivos de la liga, Oklahoma destacaba por tener un estilo de juego rápido y agresivo, lo que se reflejaba en el Pace (ritmo de juego). En aquel momento, el ritmo de juego del equipo los situaba por encima de la media de la liga. OKC intentaba generar tiros rápidos y transiciones a campo abierto. En términos de estadística avanzada, los Thunder sobresalían en el Fast Break Points (puntos de contraataque), donde fueron uno de los equipos más efectivos, generando un gran porcentaje de sus puntos en transición, especialmente cuando Westbrook y Harden tenían la pelota en sus manos.

Otra de las grandes fortalezas de aquel equipo era su eficiencia ofensiva (ORtg — Offensive Rating). En la temporada 2011–2012, los Thunder lograron una eficiencia ofensiva de 110.3 puntos por 100 posesiones, lo que los colocaba como el segundo mejor equipo de la liga en dicho parámetro. Su capacidad para crear tiros fáciles en transición y la habilidad innata de Durant para anotar hacían que su ofensiva fuera letal. Prácticamente única hasta el momento. Durant, siendo un anotador puro, y Harden en su rol como sexto hombre, se posicionaban entre los mejores de la liga en eficiencia del uso del pick-and-roll. En especial James Harden, quien dominaba de tal manera esa jugada que podría considerarla como marca de la casa. El escolta se situaba en un percentil de eficiencia de pick-and-roll superior al 90%. Esto generaba no solo puntos directos, sino también oportunidades para Durant y Westbrook para recibir el balón en condiciones más favorables.

En la actualidad, OKC tiene un enfoque muy distinto; una ofensiva más balanceada y estructurada. Si bien se trata de un equipo que apuesta por las transiciones, especialmente con Shai Gilgeous-Alexander como gran amenaza con balón, el equipo se volvió más multidimensional y con mayor capacidad para crear jugadas compleja. No son tan vertiginosos como los Thunder de antes, pero sí son más versátiles, pudiendo generar mayores oportunidades tanto en transición como en medio campo. Esto está relacionado con el hecho de que jugadores como Shai o Jalen Williams pueden crear jugadas más estructuradas sin perder la capacidad de explotar la transición.

En la temporada 2023–2024, los Thunder acumularon un Pace de 100.4, tres puntos por debajo de los Thunder de la era Durant y compañía (103.2), pero sin dejar de ser uno de los más rápidos de la liga. Si nos fijamos en su eficiencia ofensiva (ORtg), los Thunder actuales son sorprendentemente eficientes a pesar de su juventud. En la campaña 2023–2024, su ORtg fue de 120.4, lo que los situó como el tercero más eficiente de la liga. Este año, con 118.3, son el sexto equipo con mejor rating ofensivo. La evolución de Shai Gilgeous-Alexander, un creador más versátil que el propio Russell Westbrook, les permite ser más efectivos en el pick-and-roll y también solventar mejor ciertas situaciones de espaciado y aclarados. Shai es, hoy por hoy, candidato número uno a llevarse el premio MVP de la temporada 2024–25; uno de los jugadores más determinantes en situaciones de 1v1, con gran habilidad para manejar el balón y una capacidad de súper élite para finalizar en el aro.

Defensivamente hablando, en la época de Durant, Westbrook y Harden, Oklahoma City era un equipo muy físico, con gran énfasis en la protección del aro. Durant era (y es) extremadamente versátil, capaz de defender a jugadores más grandes o más pequeños debido a sus medidas. Westbrook, era una pesadilla constante gracias a su intensidad. Harden no era conocido por su esfuerzo defensivo, aunque mejoró con el tiempo. Pero sin duda alguna el ancla defensiva de este equipo era Serge Ibaka. La cuarta pata de la silla. El gran olvidado. Con Ibaka al mando, OKC promedió un defensive rating (DRtg) de 103.7, colocándolos como top 9 de la liga. Su enfoque defensivo se basaba en la intensidad y en la capacidad para forzar errores y convertir robos en puntos fáciles para sí mismos.

Con el paso de los años, y tras los diversos intentos por reconstruir el equipo, la defensa de Oklahoma supo adaptarse a los cambios que la propia evolución de la liga pedía. Con Daigneault como capitán de barco, defensivamente el equipo decidió enfocarse más en la movilidad, la rotación y el juego de equipo. Jugadores como Chet Holmgren y Jalen Williams aportaron mucho a esta mejora; Chet agregando protección de aro y movilidad perimetral; Jalen Williams y Shai aportando gran energía en las ayudas y en la defensa en el 1v1. El defensive rating (DRtg) del equipo la temporada pasada fue de 113.1, situándolos como el cuarto mejor equipo, con un NetRtg de 7.3, siendo tan solo superados por los campeonas de la NBA: Boston Celtics. Si nos fijamos en esta campaña, no hay quien les haga frente. Son dueños y señores de ambas estadísticas, con registros de 105.5 en DRtg y 12.85 de NetRtg. Chet Holmgren, pese a perderse gran parte de la temporada por lesión, transformó la defensa de OKC gracias a su protección de aro, generando un impacto defensivo incluso más grande que el que tenía Oklahoma con Ibaka.

Durant, Westbrook y Harden: La vieja escuela

  • De don Kevin Durant vamos a destacar el famoso True Shooting Percentage (TS%), el cual siempre fue excepcional. Rondaba cifras en torno al 60–61% en sus años con Oklahoma, logrando su máxima personal como Thunder en 2012–13, con 65%. Su capacidad para anotar de múltiples formas lo convirtió en uno de los anotadores más eficientes y letales de la historia. Pero quién descubre ahora a Durant, ¿verdad? Un prodigio del arte del baloncesto. Élite absoluta de la liga.
  • Con Westbrook podríamos destacar varios parámetros de su juego también, siendo el guard un todoterreno. Pero quiero poner un ligero énfasis en el Usage Percentage (USG%), con más del 30% en varias temporadas, hasta lograr una máxima de 41.7 en 2016–17, año en que consigue su primer y único MVP de Temporada Regular. Un dato que refleja claramente la dependencia que tenía OKC del base para generar y finalizar jugadas. Russell Westbrook podrá no ser considerado como un grandísimo tirar, pero es de aplaudir la capacidad que tenía en aquellos Thunder para que cada posesión que pasaba por sus manos terminase en algo positivo para el marcador de su equipo.
  • De aquel jovencísimo James Harden tengo que destacar sí o sí el Player Impact Estimate (PIE), que era uno de lo más altos de la liga teniendo un rol, recordemos, de sexto hombre. Harden tenía una enorme capacidad para generar juego y puntos desde el banquillo, así como anotar en situaciones de pick-and-roll clave para aquella ofensiva.

Shai, Jalen y Chet: La nueva ola

  • En cuanto a estadísticas avanzadas, SGA se ha convertido en un jugador de culto. Su True Shooting Percentage (TS%) ronda el 62–63%, lo que coloca al depredador canadiense en lo más alto de la cadena alimentaria de la liga. Además, su Box Plus-Minus (BPM) se encuentra en los 6.0–7.0, lo que indica un impacto significativo tanto en defensa como en ataque, algo que no vas a ver anunciado en muchos lados. Defensivamente Shai es un jugador altamente infravalorado. Sus estadísticas reflejan que posee una capacidad defensiva muy por encima de lo que ve el ojo. Muchas de ellas son tales, que ni siquiera durante un partido podríamos percatarnos. Tal y como ocurre con Nikola Jokic, aunque no tan exagerado, Shai es un enfermo de los intangibles, un prodigio de sumar para su equipo y aportar valor a cada posesión que pasa por sus manos.
  • Por su parte, Jalen Williams cuenta con uno de los Defensive Box Plus-Minus (DBPM) más altos del equipo, lo que demuestra la capacidad del joven alero para defender en múltiples posiciones. En cuanto al ataque, su Assist-to-Turnover Ratio (AST/TO) es sobresaliente, algo que nos hace vislumbrar que Jalen cuenta con una capacidad para tomar decisiones muy madura y eficiente para su corta edad. Muchos expertos hablan de este chico como una de las futuras caras de la NBA, y no es para menos. El juego del alero evoluciona con cada partido y nadie se atreve a lanzar una predicción sobre cuán alto es el techo de Williams a día de hoy.
  • Pese a su juventud y, sobre todo, el poco tiempo que las lesiones le permitieron pisar una cancha de NBA, el Defensive Rating (DRtg) de Chet Holmgren es sorpresivo. Sin duda el pívot logró superar las expectativas en cuanto a protección de aro que se le venían exigiendo desde antes incluso de ser drafteado. Su cuerpo, aún por moldear, nos hacía pensar que quizá el joven pívot necesitaría de mucha más ayuda para contener las ofensivas de los rivales. Sin embargo, hasta ahora todo lo que nos dejó ver es impresionante, y se espera que, por edad y condiciones físicas propias de un jugador de su talla, siga evolucionando y desarrollando su juego hasta alcanzar niveles que desconocemos, pero que sin duda estaremos ansiosos de ver.

El devenir de la historia: Los Thunder, el verdadero proceso de la liga

Llegados a este punto, tras analizar en profundidad la intensa reconstrucción que se llevó a cabo en Oklahoma, me siento capaz de poder afirmar que los Thunder lograron en estos años lo que otros muchos pretendían, o incluso vendían como un hecho; confiar en el proceso. Confiar en tu propio proceso como franquicia. Creer en tu estructura, en tus decisiones, en tus elecciones y en tus jugadores. Saber adaptarse al cambio constante que vive la liga y ajustarte a ellos. Al final del día, el baloncesto no es más que una partida de ajedrez que te pone en jaque muchas veces. Lo que diferencia a una franquicia mediocre de una que quiere ser exitosa, es saber darle la vuelta a la partida cuando parecía perdida. Estos Thunder están demostrando saber contrarrestar cada movimiento con solvencia, y lo que les tiene preparado el futuro, pero sobre todo el presente, lo averiguaremos pronto.

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Ficha del autor

Santi Perrone

Periodista uruguayo
Licenciado en la Universidad Miguel Hernández de Elche

En 'Tiempo de Basket' desde 05.03.2024

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