viernes, junio 2, 2023
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Es difícil decir NO a Jordan, el comienzo de una dinastía

La construcción de la dinastía de los Bulls fue un camino lleno de obstáculos. Las normas contractuales vigentes no permitían los atajos. Los jugadores franquicia o con mucha proyección firmaban largos contratos desde su ingreso en la NBA. Eran contratos que por su extensión quedaban desfasados o devaluados en poco tiempo. La NBA estaba en la etapa de mayor crecimiento de su historia y la escalada de salarios era imparable. Las estrellas con varios años de compromiso por delante se veían obligados a firmar extensiones de contrato mucho antes de que éstos expiraran. El flujo de jugadores de élite de unos equipos a otros no era viable, salvo algunas excepciones: conflictos entre el jugador y su franquicia, o finales de ciclo para comenzar un proceso de reconstrucción. Cabe recordar que la figura del Unrestricted Free Agent era de reciente creación y requería del cumplimiento de una de estas dos normas:

– Haber jugado en dos equipos profesionales
– O tener siete años de antigüedad en la liga

Por lo tanto, el número de jugadores de élite que se podía acoger a esta figura era muy limitado. Intentar construir una plantilla campeona a base de acumular talento procedente de la agencia libre, no era una opción. Se necesitaba un PROCESO.

La llegada de Michael Jordan a Chicago supuso la primera piedra del proyecto. Un año después Jerry Krause aterrizó en los Bulls, y se encargó de hacer una limpieza profunda en un vestuario cuya profesionalidad quedaba en entredicho. Los Bulls fueron creciendo año a año. Fue un proceso lento, basado en elecciones del draft (Grant, Pippen, Armstrong) y movimientos de mercado puntuales pero determinantes, en el que incorporaron jugadores de rol importantes para el proyecto (Paxson, Cartwright). Finalmente dieron con el director adecuado para dirigir ese proyecto, Phil Jackson, un viejo sueño de Jerry Krause.

Pero este crecimiento tuvo sus dientes de sierra, sinuosas curvas en el trayecto antes de abordar un camino más despejado. Tuvieron que aprender a ganar, a superar esos obstáculos que parecían insalvables (Detroit Pistons). En la temporada 1990/91, los Bulls parecían estar preparados. Tenían un núcleo conjuntado que estaba asimilando el concepto del triángulo ofensivo que pretendía implantar su entrenador, tenían experiencia, y tenían al mejor jugador de la liga. Sin embargo, hubo dos momentos puntuales en el que las dudas acerca de la confección de la plantilla aparecieron como un invitado inesperado: el primero fue antes del comienzo de la temporada y el otro, poco antes del dead tradeline a mitad de temporada.

Tras la decepcionante actuación de algunos de los compañeros de Jordan en el séptimo partido de las finales de conferencia de 1990 contra los Pistons, el astro de los Bulls pensaba que necesitaban refuerzos que aportaran producción anotadora. El sueño de Jordan era incorporar a Walter Davis, un excelso tirador no exento de capacidad atlética que podía jugar tanto de alero como de escolta. Davis que jugó para North Carolina fue uno de los jugadores a los que Jordan admiró cuando era un adolescente. De hecho, cuando el escolta de los Bulls jugó para Dean Smith, pasó varios veranos trabajando su tiro de media distancia con Walter Davis.

Davis tenía contrato en vigor con los Nuggets, pero también una cláusula por la cual se podía acoger a la figura de agente libre si quisiera. Jordan apuntó ese nombre en su lista y lo trasladó a Jerry Krause. El propio Michael Jordan llamó en varias ocasiones al jugador de los Nuggets para que aceptara la oferta de los Bulls como reconoció Walter Davis:

«Me ha llamado tres o cuatro veces en las últimas fechas. Quería que jugara con él. Es muy tentador jugar con Michael y tener la oportunidad de ganar un campeonato»

Pero finalmente Davis, optó por renovar con los Nuggets. Su esposa se encontraba a gusto en las montañas rocosas y su hija estaba perfectamente adaptada al centro donde había iniciado sus estudios de secundaria. Los Bulls habían intentado su incorporación, pero no pudieron convencerle. Sin embargo, sí pudieron cerrar uno de los fichajes que el propio Jordan avaló, el de Scott Williams, un jugador que no había sido drafteado, y con quien había compartido cancha en varios partidos amistosos durante el verano. Los Bulls más tarde cerraron la plantilla con el fichaje de Cliff Levingston.

La trayectoria de los Bulls durante la temporada fue bastante regular, pero a medida que se acercaba el límite del cierre de mercado, la tensión se iba acrecentando en el seno de los Bulls. Chicago tenía el segundo mejor récord de la conferencia este (32-14) sólo por detrás de Boston (35-12). En la conferencia oeste, San Antonio (32-13), Lakers (35-11) y Portland (39-9) llevaban ligera delantera a los Bulls en su récord victorias-derrotas. Sin ser una situación idílica, Chicago estaba en disposición de aspirar a todo. Sin embargo, Jordan desconfiaba de la fiabilidad de sus compañeros en playoffs y demandaba algunos refuerzos. La chispa saltó cuando Denver Nuggets declaró transferible a Walter Davis y empezó a negociar con varias franquicias por él. Era una nueva oportunidad de reforzar la plantilla de los Bulls y era el jugador deseado por Jordan. Jim Stack, miembro del equipo de scouting de los Bulls estuvo siguiendo durante dos semanas a Davis a instancias de Jerry Krause, pero las conclusiones a las que llegaron tras recopilar todos los informes era que Walter Davis no era el hombre que necesitaban si eso suponía desprenderse de activos preciados para los Bulls. Los Bulls no pusieron mucho empeño y Walter Davis en un trade a tres bandas acabó reforzando a uno de los rivales de los Bulls en la lucha por el anillo, los Portland Trail Blazers. Jordan estalló en los medios y no dudó en decir lo que pensaba de la gestión de Krause.

Michael Jordan Jerry Krause

Durante una gira del equipo por Texas, Jordan se desvió y tomó un vuelo a Phoenix donde se reunió con Jerry Reinsdorf el propietario de los Bulls en su casa de Arizona. Allí le expuso sus quejas y le pidió explicaciones por el no fichaje de Davis. También le preguntó por otras de sus dos sugerencias, el alero Tony Campbell, de Minnesota y el pívot Lasalle Thompson, de Indiana. Reinsdorf le explicó que estaban haciendo todo lo posible para reforzarse, pero que se encontraban con muchas demandas por parte del resto de equipos que exigían demasiado a cambio de esos jugadores. Lo cierto es que Tony Campbell nunca tuvo la aprobación de Jerry Krause, ni de Phil Jackson. En esos instantes Krause estaba intentando cerrar el fichaje de Toni Kukoc, el cual no se incorporó finalmente hasta tres temporadas después. Esto enfureció aún más a la estrella de los Bulls, que pensaba que Krause estaba perdiendo el tiempo persiguiendo una quimera en lugar de preocuparse por las necesidades urgentes del equipo. La alternativa a Campbell que intentaron los Bulls fue el fichaje de Purvis Short, un jugador que en esos momentos se encontraba sin equipo.

Encajaba en el perfil que demandaba Jackson y su contrato sería de mucha menor cuantía que el de Campbell. Además, no requería sacrificar ninguna pieza. Pero las negociaciones por Short nunca fructificaron. La otra sugerencia de Jordan, Lasalle Thompson, tampoco era del agrado del cuerpo técnico, que tenían sus miras puestas en Michael Cage, de los Sonics. Seattle pidió a cambio a Cliff Levingston y Stacey King, pero adquirió a Benoit Benjamin de los Clippers, y decidió no tocar su juego interior.

Jerry Reinsdorf intentó contentar a Jordan y buscar alguna incorporación. Los Bulls se centraron en conseguir un base con capacidad defensiva y un anotador desde el banquillo. Intentó varios movimientos. Para el perfil de base defensivo intentó tres operaciones: Derek Harper, Darrell Walker y Paul Pressey. Los Bulls ofrecieron a BJ Armstrong y Stacey King a cambio de Harper, pero los Mavs exigieron a Pippen por lo que las negociaciones no se alargaron demasiado. Pippen era intocable. El trade de Darrell Walker por BJ Armstrong parecía estar cerrado, pero todo se frustró por una inoportuna lesión del base de los Bullets. Por último, los Spurs, ofrecieron a Pressey y Sidney Green pero Chicago no quería un contrato como el de Green en el vestuario, que hubiera supuesto una bomba de relojería. Green se hubiera convertido en el segundo jugador mejor pagado de la plantilla y una fuente de discordia. Para el perfil de anotador desde el banquillo barajaron los nombres de Rickie Pierce y Eddie Johnson, pero Seattle se negó a desprenderse de ninguno de los dos.

El mercado de fichajes se cerró sin que los Bulls hicieran ningún movimiento. Phil Jackson no parecía preocupado por la situación. Michael Jordan juró odio eterno a Jerry Krause, pero desde ese mismo instante se centró única y exclusivamente en conseguir el título.

Después de la famosa reunión con Jerry Reinsdorf, los Bulls ganaron 21 de los siguientes 23 partidos. Acabaron la regular season con la mejor marca de su historia 61 victorias, solo superados por los Blazers (63-19), eliminaron a todos sus rivales en el camino a la final, incluido una barrida a los Pistons, y derrotaron en las finales a Los Angeles Lakers (4-1). Fue el comienzo de una dinastía. Eran tiempos donde la paciencia era necesaria para crear un equipo campeón, no sólo en dirigentes y propietarios, también las grandes estrellas tuvieron que aprender a ser pacientes.

FUENTES

  • Artículos de la época del Chicago Tribune firmados por Bernie Lincicome, Sam Smith y Mike Conklin.
  • ‘Playing for Keeps’ de David Halberstam
  • ‘Michael Jordan: The Life’ de Roland Lazenby.
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