Pedro Ferrándiz fue un pionero en un baloncesto en el que no existía el triple, la norma del campo atrás no había sido implantada y no existía el tiro libre adicional. Esas eran algunas de las normas que regían el baloncesto en 1958, año en el que se disputó la primera edición de la Copa de Europa. Sus cuatro primeras ediciones se disputaron en formato de ida y vuelta, hasta que en 1962 la autocanasta de Alocén puso patas arriba los cimientos de la FIBA.
El baloncesto FIBA en aquellos tiempos se hallaba a años luz del baloncesto profesional norteamericano: en ritmo, técnica e incluso en táctica. No sería hasta 1960 cuando la exhibición de la selección olímpica de USA en Roma, provocó que su entrenador Pete Newell organizara varios clinics por varios países europeos (mayoritariamente del este) y para desarrollar el juego del baloncesto en Europa y abandonar métodos arcaicos.
Había varias diferencias entre ambos mundos. En el baloncesto estadounidense no existía el empate. Sólo la victoria y la derrota. Primaba la cultura del vencedor. En Europa, quizás influenciado por su carácter amateur primaba la competitividad entre caballeros y el empate era una alternativa que contentaba a ambas partes. En el baloncesto estadounidense se imponían las eliminatorias con número de partidos impares con preponderancia por el número de victorias mientras que en el baloncesto FIBA, replicaban el modelo del fútbol con eliminatorias a partido de ida y vuelta donde cobraba importancia el margen de puntos en las victorias y las derrotas. Una derrota por un margen escaso de puntos, dependiendo de las circunstancias podía ser considerada una victoria de cara al partido de vuelta. Esta introducción sirve para poner en contexto lo que sucedió en la final de la Copa de Europa de la temporada 1961/62.
En esta edición, la FIBA eliminó los empates e introducía un tiempo extra de cinco minutos como método alternativo para dilucidar los empates en partidos de la Copa de Europa. Esta medida era vista por la FIBA como un aliciente para evitar el conservadurismo de los planteamientos de algunos entrenadores. Pero no contaban con la astucia y perspicacia de Pedro Ferrándiz, Hombre agrio, mal encarado, pero inteligentísimo y aplicado, el día que dejó los banquillos lo hizo porque según indicó se había cansado de ganar.
En aquella época el Real Madrid aún no había ganado más allá de la frontera española y viajó a Italia con muchas precauciones. El equipo madrileño alcanzó rentas de 10 puntos durante la primera parte, liderados por Emiliano Rodríguez y Wayne Hightower. Sin embargo, en la segunda parte los italianos fueron reduciendo progresivamente la diferencia hasta que a falta de dos segundos para el final el Varese empató el partido (80-80) y todo parecía indicar que el encuentro se decidiría en la prórroga. El balón estaba en posesión del Real Madrid a falta de dos segundos, y sacaba desde su propia canasta. Ante las casi nulas posibilidades de conseguir una canasta, Ferrándiz pidió tiempo muerto y diseñó la jugada final. Una jugada que cambiaría los cimientos del baloncesto FIBA. El Madrid había perdido por acumulación de faltas a Carlos Sevillano y a Stanley Morrison, su pívot titular. El entrenador del Real Madrid era consciente de que en esas condiciones era más que probable que los italianos ganaran el partido en la prórroga y acumularan una buena renta de puntos para el partido de vuelta.
Ferrándiz sacó a relucir su genialidad. Antes de volver a la pista, Ferrándiz cogió a Alocén del brazo y le susurró al oído: “ya sabes lo que tienes que hacer”. Lluis Cortés sacó de fondo y pasó el balón a Lorenzo Alocén, habitual pívot suplente del Real Madrid. Alocén recibió la pelota debajo de su propio aro y ante la sorpresa de todo el público italiano lanzó a tabla y encestó en su propia canasta. Hizo una autocanasta. El Varese ganaba el partido por 82-80 con una autocanasta de un jugador del Real Madrid. Fueron los dos únicos puntos de Alocén en todo el partido. Y los anotó a favor del Varese.
El público de Varese empezó a saltar de júbilo y a reírse del jugador del Real Madrid. Pero pasados unos segundos de estupor los jugadores y la afición del Varese comprendieron lo que había sucedido. El primero en darse cuenta fue el varesino Lajos Toth que corrió junto a los árbitros para pedir la anulación de la canasta. El público se dio cuenta de la treta y empezaron a volar mecheros, cajas de cerillas con monedas en su interior y botellas sobre la pista. Pero a pesar de la indignación no había motivo alguno para anularla. El reglamento no decía nada de las autocanastas.
Pedro Ferrándiz sabía que una desventaja de dos puntos era remontable en el encuentro de vuelta. Sin Sevillano y sin Morrison, con Hightower tocado y con Lolo Saínz y Lluís Cortés con cuatro faltas personales, Ferrándiz lo tenía claro y cristalino. Era mejor perder de 2 que ir a una prórroga y perder de 10 o de 15. Le dijo a Lorenzo Alocén que convirtiese una autocanasta a sabiendas de la derrota porque estaba seguro que en el Frontón Fiesta Alegre de Madrid la remontada era factible.
Según contó más tarde Alocén esa táctica había sido ensayada por Ferrándiz tiempo atrás. Había inculcado a sus muchachos que en caso de marcador ajustado siempre era mejor perder el partido de ida por una canasta que verse obligados a jugar una prórroga. La expedición madridista hizo un pequeño sainete, una representación teatral recriminando a Alocén su acción, pero todos los presentes terminaron por darse cuenta de las verdaderas intenciones del equipo madridista.
En el partido de vuelta el Real Madrid pasó por encima del Varese (83-62) y se clasificó para los cuartos de final de la Copa de Europa de 1962. Inmediatamente la FIBA convocó una reunión extraordinaria. Se homologó el resultado de la eliminatoria, pero se cambió el reglamento con efecto inmediato. Se prohibieron las autocanastas deliberadas bajo multa de 1.000 francos suizos y eliminación del equipo infractor de la competición. Por otro lado, se volvió a permitir el empate en las eliminatorias a doble partido descartando la opción de la prórroga.
“Aproveché un resquicio legal. Como decimos en España, hecha la ley, hecha la trampa”. Pedro Ferrándiz. GENIO Y FIGURA (DEP).
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