lunes, diciembre 4, 2023
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Valencia Basket, un candidato, sin complejos

Ganar la Liga Endesa no es ninguna obligación para los equipos que no son Real Madrid o FC Barcelona. Pero, hay clubes, que con gran esfuerzo, imaginación y talento para confeccionar una plantilla, pueden, sin ambages, decir con orgullo que tienen capacidad para conseguir destronar a los grandes dominadores de la ACB. Entre ellos, esta temporada, se encuentra un prometedor, ilusionante y, por qué no decirlo, más competitivo que nunca, Valencia Basket.

Valencia Basket, una temporada ilusionante

El equipo taronja lleva años dándose codazos con los grandes, cómo un prometedor sprinter que quiere hacerse el hueco entre los grandes de la grand bouclé. De hecho, en los últimos años, ya ha conseguido vencer en épicas etapas que van a quedar reflejadas en su palmares, como varias clasificaciones para la Euroliga (via Eurocup) o, la más meritoria, la Liga Endesa conseguida en 2017. Ahora, la entidad valenciana, en plena madurez, ha sabido confeccionar una plantilla muy potente. Una serie de jugadores concienciados de que Valencia no sólo es una plaza para crecer e impulsarse hacía grandes proyectos de Euroliga, en la capital del Turia pueden aspirar, cómo dijo Nikola Kalinic en su presentación, a “ganar un título”.

La mentalidad del club ha cambiado de unos meses a esta parte. Pese a que la filosofía es la misma, ‘La Cultura del Esfuerzo’, el rum rum en los despachos de la ACB denota un paso más en la ambición de los valencianos. Salvo la marcha de Alberto Abalde, un contratiempo evidente para el proyecto taronja, se ha mantenido un bloque sólido que volverá a estar sostenido bajo las espaldas del montenegrino más valenciano del mundo, Bojan Dubljevic. Un jugador integrado en la ciudad y en la filosofía de club, que si consigue esquivar las lesiones, es, sin lugar a dudas, un referente en la pintura a nivel europeo. A Dubi le acompañan cuatro guerreros que son la guardia pretoriana del Valencia Basket de los últimos años: Sam Van Rossom, Guillem Vives, Joan Sastre y Fernando San Emeterio. El esqueleto de un bloque sólido y que, en plena forma, son letales para cualquier equipo ACB.

Pero dentro de este capítulo, en el de ‘los que siguen’, faltan tres nombres no menos importantes. El primero, Mike Tobey, estaba subrayado en rojo en las direcciones deportivas de grandes equipos de la Euroliga. El ‘siete pies’ de Monroe dio un paso adelante en la Fase Final Excepcional, un escaparate que le catapultó en su carrera, prometedora hasta el momento, en el baloncesto europeo de máximo nível. Tobey-Dubi, la posición de cinco en el Valencia Basket está, cuanto menos, bien resguardada. De tapadillo encontramos a Vanja Marinkovic. Al serbio se le caen los puntos de las manos y las ganas de triunfar, en ocasiones le gastan malas pasadas, pero empieza a encontrar la madurez de su juego y su espacio en la Liga. Puede ser algo más que un especialista desde más allá del arco. Puede ser lo que se proponga, pero debe proponérselo. Este debe ser el año de su punto de inflexión y puede ser una de las grandes sorpresas de la Liga ACB si se dan todas las circunstancias. El último de este engranaje, pero no por ello el menos importante, es el cuatro francés Lou Labeyrie, quien recoge el testigo de los grandes jugadores galos que han permanecido varias campañas como taronja, sin ir más lejos, otro ala-pívot como Flo Pietrus, quien anunció su adiós al basket esta semana. Lou es diferente. Una amenaza silenciosa que, desde que llegó a Valencia ha sabido asumir profesionalmente su rol, desde suplente de Will Thomas hasta imprescindible en la pista abriendo el campo y luchando por el rebote. Este año se volverá a acoplar a un nuevo reto, mayúsculo por los fichajes realizados en su posición.

En el apartado de incorporaciones es donde Valencia Basket ha hecho, cuanto menos que inquietar a los grandes. Un golpe encima de la mesa. Un paso al frente. El grito sordo de un gigante que llama la atención, atendiendo a cómo se estaban realizando las incorporaciones años atrás en este equipo. De los diamantes en bruto o a medio pulir, se ha pasado a los quilates: Nikola Kalinic y Derrick Williams. El serbio es un referente en su país, siguiendo la estela de leyenda que dejó su padre, aunque su progenitor lo hiciera en un deporte muy distinto, el tenis de mesa. Los movimientos del jugador de Subotica son deliciosos para quien adora este deporte. Tiene un físico privilegiado para desarrollar su potencial en varias posiciones en la pista. A esta envergadura le acompaña una cabecita muy bien amueblada. Juega en equipo y para el equipo. Aprovecha su físico para defender y atacar el aro, al mismo tiempo que su inteligencia para saber leer el juego y los sistemas que un ilusionado Jaume Ponsarnau dibuja en su pizarra. Escribirá grandes páginas de taronja. En segundo lugar, Derrick Williams. Al único que, de momento, no le hemos visto jugar en pretemporada por una inoportuna lesión. Pero vamos, el pedigrí de haber sido número 2 del draft y no caérsele los anillos para reinar en Europa, le avalan. Un portento físico que eleva el juego interior de Valencia Basket a una nueva dimensión, la evolución de un añorado Will Thomas. El cuatro que podría jugar en cualquier equipo de Euroliga y que provoca una subida escandalosa de los taronja en sus aspiraciones por cualquier título. Un paso al frente sin lugar a dudas.

Pero además de ese avance en la filosofía de la Cultura del Esfuerzo, el equipo valenciano no ha querido perder su fórmula del éxito. Ha incorporado a tres grandes talentos, cada uno en un estado diferente de cocción. De un lado Klemen Prepelic. El jugador esloveno viene de romperla en la Penya. Tras no encontrar su espacio en la tierra de gigantes que es el Real Madrid, ha sabido remar. Ha aterrizado en Valencia con la mente limpia y dispuesto a trabajar para el equipo, calmando los caballos que le han podido hacer descarrilar en ocasiones pero templándolos a la hora de conseguir desatar a la furia anotadora que lleva en su interior y que puede aniquilar a cualquier aro rival. El segundo de estos jugadores prometedores llega después de ir quemando etapas en su sueño de vestir la camiseta taronja que ya defendió con honor su tío, Jon Steffanson. Se trata del base-combo islandés Martin Hermannsson. Modelando en la factoría de Aito García Reneses y con la ambición sincera de defender los colores valencianos aparece un joven islandés plagado de talento, con piernas para atacar el aro con descaro y no arrugarse si hay que hacer una rápida transición defensiva. Ideal para jugar el small ball o para desquiciar un partido que no tiene el punch deseado. De los jugadores que divierten a la grada (sic) y que hacen que sus compañeros se sientan más liberados. Le quedan detalles por pulir, pero el físico y las ganas las tiene. El último de este trio es Jaime Pradilla. Un descarado jugador proveniente de la extraordinaria cantera del Casademont Zaragoza. En la Fase Final Excepcionar deslumbró. No es un pívot muy alto, pero su falta de centímetros la compensa con movimientos eléctricos en la pintura y una valentía que le sirve para ganarse cualquier segundo que se mantiene en pista. No es un hombre de refresco, estamos hablando de un jugador que pone más carbón en el caldero. Le faltan minutos en la élite, pero se los va a ir ganando. La temporada es larga.

No me olvido de Quino Colom. El andorrano es un jugador magnífico, pero no ha sabido, ni encontrar su lugar, ni demostrar lo gran base que es. Suele pasar en muchas ocasiones, no encajar en determinada filosofía pese a tener la clase dentro como se vio la temporada pasada en muy contadas ocasiones. No ha disputado ni un minuto en pretemporada, en un claro mensaje desde el banquillo y club a que esta temporada se la puede pasar en blanco. Aún así, Colom confía en sus posibilidades y que surgirán las ocasiones para jugar. De momento, estas opciones son, cuanto menos, remotas.

Así, garabateados, son los argumentos que los taronja exponen sobre la pista este curso. Un equipo realizado para dar un paso más al frente. Para competir por el título en la ACB, para hacer daño en Euroliga, en definitiva, para luchar sin complejos. Por cierto, hecho a la medida de lo que Jaume Ponsarnau quiere dibujar sobre el parquet. Sinónimo de espectáculo, diversión y muchos puntos a su favor.

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