La NBA no solo está compuesta por historias de grandes jugadores que llegan a la liga pisando fuerte y cuya carrera está plagada de éxitos, contratos multimillonarios y múltiples reconocimientos individuales. Obviamente son los que se llevan todos los focos y de los que todo el mundo habla y los que, al final, pasan a la historia de la liga y se recuerdan a lo largo de los años. Pero si algo me ha hecho enamorarme de esta competición no son estos relatos por todos conocidos y que a lo largo de sus carreras escuchamos hasta la saciedad, sino las de los otros personajes olvidados que, con mucho menos talento, han sabido encontrar su válvula de entrada para poder llegar a formar parte de la mejor liga del mundo.
A veces perdemos un poco la perspectiva de lo tremendamente complicado que es llegar tan solo a formar parte de una franquicia NBA y, no digamos conseguir hacerte un hueco en la rotación. Y sino, y por poner un caso reciente, que se lo digan por ejemplo al español Santi Aldama, que tuvo que renunciar a jugar el Eurobasket con su selección para entrenar todo el verano y conseguir entrar en los planes de su entrenador de cara a esta nueva temporada. No hay duda de que los mayores talentos del mundo del baloncesto se encuentran en la competición estadounidense y esto hace que sea tan complicado llegar a formar parte de ella. Sin embargo, esto no quiere decir que el éxito dentro de la liga esté únicamente reservado para los mejores o los picks más altos en el Draft. De vez en cuando, la NBA nos descubre historias increíbles de jugadores que no dejaron de luchar y perseguir sus sueños hasta alcanzar ese momento de gloria que llevaban anhelando desde niños. Detrás de ese minúsculo instante, que hace que todo el esfuerzo haya merecido la pena, se encierran asombrosos relatos de superación que alimentan la mística de esta liga. Hoy, vengo a contaros uno de ellos: la historia de Matt Ryan, el héroe inesperado de Los Angeles Lakers.
Matthew Richard Ryan nació un 17 de abril de 1997 en Nueva York. Desde su época de High School Matt estaba obsesionado con llegar a convertirse en un auténtico especialista en el tiro. Se pasaba incontables horas en el gimnasio tratando de mejorar su mecánica y su técnica a la hora de lanzar. De hecho, llegó incluso a utilizar esterillas de yoga para ampliar la línea de tres de su instituto y acostumbrarse a esa distancia. Él sabía que parte de sus opciones de llegar a ser profesional pasarían por su acierto desde más allá de la línea. Tras esto, como ferviente apasionado del baloncesto que era, decidió compaginar el estudio de su carrera de Económicas con una universidad que le permitiese también seguir desarrollándose como deportista. Lo cierto es que su periodo universitario fue de todo menos tranquilo ya que Ryan llegó a pasar hasta por tres diferentes universidades hasta licenciarse. Jugó dos temporadas con los Fighting Irish de la Universidad de Notre Dame, obteniendo unos pobres promedios anotadores (4,4 p). Al término de su segundo año fue transferido a los Commmodores de la Universidad de Vanderbilt, donde tuvo que pasar un año en blanco debido a las normas de cambio de equipo de la NCAA para después aumentar su rendimiento llegando a promediar 8,1 puntos por encuentro. Más adelante, y finalizada su temporada como junior fue nuevamente transferido a los Mocs de la Universidad de Tennessee. Allí fue donde dió el gran salto en su juego llegando a unos promedios de 15,4 puntos y 4,9 rebotes por encuentro. Esto le valió además para ser incluido en el segundo quinteto de la Southern Conference. El sueño de jugar en la NBA estaba más vivo que nunca para Ryan.
Pero su calvario no había hecho nada más que comenzar. Matt Ryan decidió presentarse al Draft de 2020 con la esperanza de que alguna franquicia decidiese apostar por él pero no fue así. Con 23 años se encontraba recién graduado, sin trabajo, sin equipo y de vuelta en su Nueva York natal con su familia. Ryan empezó a buscar trabajos flexibles que le permitiesen seguir entrenando todos los días, manteniendo así viva su llama competitiva por si surgía alguna oportunidad. Comenzó trabajando como repartidor a domicilio para algunas compañías como DoorDash o Uber Eats y, más adelante, como jardinero en el cementerio de Yonkers. Matt tenía que estar todos los días a las 7 de la mañana para comenzar su jornada, muchas veces a temperaturas de hasta 6 grados bajo cero. El propio jugador recuerda muy bien esa etapa en la que confesó que llegó a ir hasta con ocho capas de ropa para combatir las duras temperaturas de la ciudad neoyorquina. Pero el joven jugador nunca desistió de su sueño y logró encontrar cobijo en la liga de desarrollo (G League) donde empezó a labrarse un nombre a base de su acierto desde la línea de tres (41,3%). Matt disputaría la Summer League de 2021 como parte de la plantilla de los Cleveland Cavaliers para después acabar recalando en los Denver Nuggets, aunque no llegaría ni tan siquiera a debutar siendo cortado a las pocas semanas. Pasaría entonces a jugar para los Grand Rapids Gold de la G League donde comenzaría a tener actuaciones destacadas y a despertar el interés de algunos ojeadores de franquicias que buscaban tiradores para sus equipos. Esto hizo que los Boston Celtics decidieran darle una oportunidad en febrero de 2022 ofreciéndole un contrato dual. Lo cierto es que no llegó a tener muchas y tan solo jugó cinco minutos de uno de los partidos. Tras esto, Ryan pasaba a ser agente libre por lo que cualquier franquicia podía ofrecerle un contrato. Y, casualidad o no, tuvieron que ser Los Angeles Lakers, el archienemigo de la franquicia de Boston y los que justamente estaban buscando un especialista en el tiro exterior, quienes le ofrecieron un contrato para continuar en la liga tras ponerlo a prueba en pretemporada. Poco a poco y a base de su acierto desde fuera, Matt se ha ido ganando los minutos en la franquicia angelina, llegando incluso a formar parte de la rotación de su nuevo técnico. Toda una hazaña.
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Pero nadie podía presagiar lo ocurrido hace tan solo unos días. Los Lakers perdían por tres puntos a falta de 1,3 segundos con la posesión en sus manos en un saque lateral. Ryan, marcado de cerca por su defensor, estaba en pista y se movía en el lado contrario buscando una hipotética línea de pase que parecía del todo inverosímil. Las opciones se le agotaban a Reaves con el balón en las manos cuando, de repente, vio que Matt había conseguido zafarse de su par y sin saber muy bien como, puso el balón en sus manos. No había tiempo para pensar, Ryan armó rápidamente su brazo, soltó el balón y apenas unas décimas después el reloj indicaba el final del partido con su habitual estruendo. Y la pelota se había colado dentro del aro. Los Lakers acababan de empatar el partido, consiguiendo así forzar una prórroga que se acabaría llevando y, lo más importante, Matt Ryan acaba de ser el protagonista. Tan solo dos años antes de ese momento se encontraba arreglando las flores de un cementerio y ahora estaba haciendo estallar de júbilo a todo un Staples Center y, quien sabe si también, siendo el precursor de un cambio en la dinámica derrotista del conjunto angelino. Matt corrió a celebrar con sus compañeros y el público completamente extasiado por lo que acababa de vivir. Seguro que en ese momento se le vino todo a la cabeza: las horas y horas de entrenamiento a lo largo de toda su vida, aquellas esterillas de yoga en el gimnasio de su High School, los continuos cambios de universidades, su decepción en el Draft dos años antes, las horas de trabajos alejados del baloncesto, su experiencia al ser cortado y no poder tener la oportunidad, sus minutos en el banquillo sin poder demostrar su talento…y todo para poder llegar a vivir momentos así. Y ahora se daba cuenta de que por fin todo había merecido la pena. Solo por ese instante. Por acabar de pasar a formar parte de la historia de la mejor liga del mundo.
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En 'Tiempo de Basket' desde 23.09.2020